El teatro

También el teatro privado pasó a mejor manos tras el levantamiento del monopolio estatal de 1882. Dos mujeres actrices fundaron sendos teatros: Maria Abramova funda su propio teatro con la ayuda de varios mecenas estrenando El demonio de madera (1889) de Chejov y en la primera década de 1900, otra célebre actriz Vera Komissarzhevskaya sería la dueña de un teatro privado en San Petersburgo. Sin embargo el más importante de todos sería el Teatro de las Artes de Moscú fundado por Vladinir Nemirovich-Danchenko y Konstantin Stanivlaski en el año 1898. En este teatro se estrenaron las últimas grandes obras de Chejov. En su inauguración se presentaron dos grandes obras: El zar Fiódor de Tolstoi y La gaviota de Chejov escrita dos años antes.

Stanislawsky nació en Moscú el año 1863 y murió en 1938 en el seno de una familia de comerciantes. Su abuela materna era la actriz francesa Marie Varley que se convirtió en una estrella en el Teatro de San Petersburgo. Stanislawsky de joven participó en las producciones de aficionados del grupo de Mamontov. Mientras en la música, el vestuario y los decorados el nivel era profesional, no así por lo que a los actores se refiere. Entonces, Stanislawsky tomó una decisión fuera de lo normal. Dedicarse a prepararse como actor Para ello se le ocurrió ponerse delante de un espejo donde pasaba horas y horas mientras iba haciendo todo tipo de gestos con la cabeza, las manos, los brazos y toda una variedad de expresiones y muecas con la obsesión de obtener el máximo naturalismo. Fueron varios años de lucha que se convirtieron en un conocido tratado conocido como El Teatro del método. Y este consistía en “actuar sin actuar” que se adecuaba perfectamente con el teatro de Chejov. Posteriormente el método todavía abarcó más con una serie de técnicas que ayudaban al actor a transmitir pensamientos y emociones interiorizadas, técnicas basadas en recordar intensas experiencias de la vida del propio actor.

Hubo un joven y original mecenas llamado Nikolai Riabushinski  que se hizo famoso por sus extravagancias. Entre los años 1908 y 1910 promocionó artistas de vanguardia a través de una publicación titulada El vellocino de oro además de exposiciones.

De este nuevo movimiento surgió una asociación que se llamaba La Rosa Azul que aglutinaba un buen número de pintores simbolistas de Moscú junto con escritores y con la figura del que fue extraordinario compositor Alexander Scriabin (1872-1915).  Su objetivo era lograr “una síntesis entre pintura, poesía, música y religión y la filosofía”. Riabushinski fue también el fundador de famosas exposiciones bajo el título La Jota de Diamantes entre 1910 y 1914. Entre los pintores se hallaban – todavía jóvenes – nombres como el de Kandinsky, Malevich, Goncharova, Larionov,  Rodchenko o Tatlin-. A ellos les gustaba provocar y un ejemplo fue que decoraban sus propios cuerpos desnudos mientras se paseaban como obras de arte por las calles de Moscú. Era una guerra contra la tradición realista. Volviendo al compositor Scriabin es necesario subrayar que fue un compositor único. Un experimentador nato. Fue inventor de nuevas armonías y amante de la filosofía oriental. Pau Casals lo conoció en el año 1914 y quedó admirado por su arte pleno de invención y de una sensibilidad muy especial. Dijo que Scriabin sentía la música con colores cambiantes así como sensaciones de gusto y olor. Sus primeras obras datan de la década de los 90 que publicó el editor Belayev que se convirtió además en su mecenas. Escribió sonatas para piano y preludios hoy en repertorio de todos los pianistas. Scriabin es muy conocido por su maravilloso Poema del éxtasis para orquesta que se estrenó en Nueva York el año 1908 y que hoy es obra habitual del repertorio sinfónico. Su amistad con el director Serge Koussevitzky fue providencial.

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Alexander Scriabin

Mamontov

Savva Mamontov  (1844-1927) fue otro gran mecenas que colaboró de manera extraordinaria a definir el nuevo estilo moscovita. Este personaje, magnate de los ferrocarriles, no sólo era un gran comerciante sinó también un excelente artista, por mérito propio.

Nació en Siberia. De pequeño se trasladó a Moscú, donde su padre era el principal inversor de la construcción de vías de ferrocarril. Su pasión por el pasado de Moscú era enorme y tuvo una gran influencia sobre las ideas populistas que iban surgiendo. Más adelante, en 1864, después de una enfermedad, marchó hacia Italia. Allí aprovechó para estudiar canto y también composición. De vuelta a Moscú, entre 1870 y 1880, recuperará la era de la pintura medieval rusa. “El arte tenía que servir para la educación de la masa”, dijo en varias ocasiones.

A su esposa, Elizaveta, también le atraían las nuevas ideas artísticas y así, en 1870, ambos adquirieron la vivienda Abramtsevo, en medio de bosques cercanos a la región de Sergiev Posad, cerca de Moscú. Allí organizaron una colonia artística con varios talleres, donde se trabajarían las artesanías campesinas locales, además de fabricar toda clase de objetos artesanales, que se venderían posteriormente en Moscú. Fue el punto de encuentro de grandes artistas que aprendían las técnicas manuales del campesinado, para asimilar aquellos estilos y adaptarlos al suyo propio. Estuvieron en los talleres de Abramtsevo figuras como Korovin, Polenova, Vrubel, Serov, Repin y Hartmann, el amigo de Mussorsgky, que pasó por allá un año antes de su muerte.

A Chejov, que tenía un gran sentido del humor, le gustaba burlarse de la manía por lo folclórico. Lo plasmó en el cuento “El saltamontes” (1891). Pero al escritor le gustaban estas artes y artesanías, como se puede comprobar hoy en día en el museo de lo que fue su vivienda en Yalta. Chejov era el símbolo de la felicidad en Moscú. Educado como médico tenía la obsesión de buscar ideas de orden práctico en vez de recurrir a la religión o a custiones filosóficas. Trabajó de manera desbordante toda su vida. “Trabajar con el futuro en la mente” decía siempre. Su última obra fue “El jardín de los cerezos” que se estrenó en el “Teatro de las Artes de Moscú”, el año 1904.

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Savva Mamontov, pintado por Ilya Repin en 1878

 

Tretiakov

Fue en la década de 1870, cuando Pavel Tretiakov, el famoso mecenas, construyó una famosa galería de arte, con obras exclusivamente de pintores rusos y en especial  de los llamados Ambulantes, donde se hallaban los entonces jóvenes Ilya Repin e Ivan Kramskoi, que se habían alejado de la Academia de las Artes. El nombre de Ambulantes venía de las exposiciones itinerantes organizadas por la agrupación en aquellos años. Tretiakov comenzó a coleccionar obras de arte en 1850 y durante los treinta años siguientes invirtió más de un millón de rublos en arte ruso. El Museo  Tretiakov llegó a reunir 1.276 cuadros, la mayoría de pintores rusos. Sin el impulso y la ayuda de este extraordinario mecenas, los pintores del grupo de los Ambulantes no hubieran podido sobrevivir. Tretiakov animaba a los jóvenes pintores a pintar paisajes con un realismo directo alejado de la clásica “belleza” paisajista.

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Pavel Tretiakov retratado por Ilya Repin

La Galeria Tretiakov en la actualidad

La Galería Tretiakov es actualmente un centro cultural indispensable. Incluso se afirma que es el museo más famoso de Moscú. Su edificio principal está ubicado en la callejuela Lavrushinsky, donde vivió el propio Pavel Tretiakov. Su característica fachada fue diseñada por el pintor Viktor Vasnestov, siguiendo el típico estilo de los cuentos de hadas rusos. Efectivamente, contemplar la fachada de esta galería nos lleva a un mundo de fantasía asiática, tan frecuente en el arte ruso. Durante la Revolución de 1917 la galería se nacionalizó, y en 1936 fue diseñado un nuevo edificio, a cargo de Alexei Shahusev. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Galeria Tretiakov abriría de nuevo sus puertas, además de recibir otras importantes colecciones de pintores rusos: trabajos de Kazimir Malevich, de Marc Chagall, una colección de tapices. También la importante pintura de Victor Vaznestov, enorme cuadro con tres caballeros montados sobre sus caballos, dando una idea de la violencia en la historia de Rusia y su pasado turbulento. Y además, el óleo de grandes dimensiones titulado La apoteosis de la Guerra de Vasily Vereschaguin, una obra impactante que se ha convertido en uno de los emblemas de la Galería Tretiakov. La galería cuenta también con unos maravillosos cuadros del gran Kandinsky, que forman un apartado muy especial. Se pueden contemplar por internet, como también la mayoría de obras que reúne el museo.

La Galería Tretiakov tiene una enorme afluencia: realiza exposiciones temporales, conferencias, conciertos, talleres educativos, talleres para niños… Es un lugar de encuentro y uno de los centros culturales más importantes de toda Rusia.

Galeria Tretiakov

Fachada de la Galería Pavel Tretiakov, obra de Viktor Vasnestov

Apoteosis de la guerra

La apoteosis de la guerra, de Vasily Vereschaguin

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Composición VII, Kandinsky

 

La atracción de Moscú

Moscú despertaba interés generalizado. Nacía sobretodo de un “nuevo estilo ruso”, en especial por parte de escritores, compositores y artistas en general. Querían hacer revivir la historia de Moscú. Ya se ha comentado el acercamiento inesperado de Mussorsgky hacia esta ciudad. No solo él sinó también otros grandes compositores de San Petersburgo.

También aparecieron obras poéticas sobre temas históricos, así como grandes pinturas de los Surikov, Repin, Vasnetsov y Vrubel, que ensalzaban el gran momento de la historia de Moscú durante el siglo XIX. Viktor Vasnetsov fue el primer artista importante que hizo la transición de la pintura realista a las escenas fanásticas e históricas. Se graduó en San Petersburgo, pero Moscú lo marcó. En una carta a Stasov decía: “Cuando llegué a Moscú, sentí que estaba en mi casa. La primera vez que vi el Kremlin y San Basilio los ojos se me llenaron de lágrimas”.

Boris Godunov era la figura central de debate. En la vida real, Boris era el hijo huérfano de una antigua familia boyarda, que había crecido en la corte de Moscú como pupilo del zar Ivan El Terrible. Es importantísima la aportación pictórica que hizo Repin, que captó la escena en una pintura de un realismo sobrecogedor. Los ojos de Ivan El Terrible producen escalofríos.

Ivan El Terrible i el seu fill (detall)

Otro gran pintor, Vasily Surikov (1848-1916) también se refirió a Moscú en la historia de Los Viejos Creyentes. Así se denominaban los últimos rusos “auténticos”, cuya forma de vida no fue perturbada por la influencia europea. Dos grandes cuadros históricos causaron una enorme impresión: La mañana de la ejecución de los streltsy (1881) y Morozova, la esposa del boyardo (1884). Los impactantes rostros de Morozova fueron tomados de personajes reales que vivían en Moscú. Tolstoi se impresionó con esta pintura, y dijo: “El artista los ha captado de una manera espléndida! ¡Parece que estuvieran vivos! Casi puede oírse lo que susurran”.

La historia estaba viva en las calles de Moscú. Creció y se convirtió en el gran centro de comercio durante la segunda mitad del siglo XIX. La clave del espectacular crecimiento se hallaba en las nuevas líneas de ferrocarriles que convergían en la ciudad. Era el centro geográfico entre el este y el oeste, y entre el sur agrario y las recientes regiones industriales del norte.

Chaikovski

Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) fue el más famoso compositor del romanticismo ruso. Chaikovski se sentía tan ruso como sus amigos del Grupo de los Cinco, pero con la mirada a Occidente. Fue un magistral instrumentador, que se inspiraba en el paisaje ruso, la foresta, las estepas, de un pueblo lejano. Su música es lirismo, básicamente. Su obra está centrada en los famosísimos ballets, la obra sinfónica, los conciertos, también la ópera y la música de cámara. Sus poemas sinfónicos son verdaderas obras de arte (Romeo y Julieta, Francesca da Rimini, La Tempestad, Hamlet…). Su incursión en el ballet fue determinante con tres obras maravillosas sea teatralmente como por su inspiración melódica (El lago de los cisnes, La bella durmiente o El Cascanueces, éste último escrito a solo un año de su muerte). Las partituras de Chaikowski son un modelo, por la ligereza que recuerda a Mendelssohn, así como por la perfecta impostación de todos los instrumentos. Su música fluye natural, bella y apasionada.

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El Grupo de los Cinco

Mili Balakirev (1837-1910), compositor autodidacta y figura muy destacada de la segunda mitad del siglo XIX, fue el fundador del Grupo de los Cinco, en San Petersburgo, junto a Cesar Cui, Mussorsgky, Borodin y Rimski-Kórsakov. El grupo lo impulsó una persona extraordinaria: Vladimir Stasov (1824-1906), crítico y académico de gran prestigio, a quien Mussorsgky dedicó los Cuadros de una exposición.

Stasov entró en escena como defensor de la escuela nacional de todas las artes rusas y tuvo un papel crucial en la evolución musical de la segunda mitad del siglo XIX, el gran siglo de la música rusa. Stasov luchaba para que el arte ruso se liberara del dominio europeo. Quería que se inspirara en elementos propios de sus tradiciones. Un arte “nacional”. Stasov y Mussorsgky se conocieron en 1857, cuando el crítico encabezó la revuelta del círculo de Balakirev contra el Conservatorio de San Petersburgo, que estaba dominada por la música alemana de autores como Bach, Haydn, Mozart y Beethoven. En aquellos momentos, el Conservatorio estaba dirigido por Anton Rubinstein, que seguía la educación musical con criterios alemanes. Y Rubinstein estalló cuando vio que el Grupo de los Cinco consiguió el apoyo de la Corte que a él, como director del Conservatorio, se le había denegado. Además, había despreciado la falta de profesionalidad de Glinka, a quien llamaba diletante. En 1862 se fundó la Escuela de Música Libre, como rival directa del Conservatorio. Tenía un objetivo principal: cultivar el talento autóctono. La Escuela se convertiría en el centro conocido como Los cinco poderosos, la kuchka, que defendía el estilo musical ruso. En aquellos inicios, los cinco compositores eran jóvenes: Balakirev tenía 25 años; Cui, 27; Mussorsgky, 23; Borodin, 28; y Rimsky-Kórsakov, apenas 18.

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Vladimir Stasov, retrat d’Ilya Repin

HACIA UN ESTILO PROPIO
La búsqueda del Grupo de los Cinco hacia un estilo propio se basaba en dos características: incorporar a su música lo que escuchaban en las canciones aldeanas, las danzas cosacas y caucasianas, y en los cánticos de las iglesias, pero con una singularidad: el repique de las campanas de las iglesias. Las campanas rusas poseen un sonido muy particular, con una técnica que permite establecer un contrapunto resonante y disonante. A Mussorsgky, Borodin y a Rimsky-Kórsakov les gustaba mucho el ambiente que producían las campanas, y así las incluyeron en sus obras. Borodin, por ejemplo, en El príncipe Ígor. Era la música llamada kuchkista, llena de sonidos tomados de la vida real y que Glinka llamó “el alma de la música rusa”. Balakirev aportó mucho con el estudio de canciones folclóricas de la región del Volga, durante la década de 1860.

ASPECTOS TÉCNICOS
Algunas características de la música de los kuchkistas son:

-Incorporar la escala de tonos enteros: do, re, mi, fa sostenido, sol sostenido, la sostenido y do. Glinka fue uno de los primeros en utilizarla.

-La escala octatónica, que consistía en un tono entero, seguido de un semitono (do, re, mi bemol, fa, sol bemol, la bemol, si doble bemol, do doble bemol), usada por vez primera por Rimsky-Kórsakov, en la Suite sinfónica “Sadko” (1867). Esta escala fue seguida por muchos compositores rusos, y en especial por Stravinsky, en sus tres grandes ballets (El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la primavera).

-Utilización de cuartas y quintas paralelas, procedimiento utilizado también por compositores occidentales e impresionistas, o la heterofonía, que divide una melodía en varias voces disonantes cada una con su propia variación.

Esta sensible y variada organización ya tiene lugar en los Cuadros de una exposición, que sale de las reglas europeas y se expresa con un definido estilo ruso. Es de hecho una Suite que indica mayor libertad también por lo que a la forma se refiere. Mussorsgky nos recrea con distintos movimientos que comienzan con el bellísimo Paseo, movimiento de inspiración folklórica que se irá intercalando y que Mussorsgky escribe “in mode russico”.

También en Sheherezada, de Rimski-Kórsakov, ya que se trata posiblemente de la obra orquestal rusa més célebre de todos los tiempos. Fue escrita en 1888 y está inspirada en distintos episodios de Las mil y una noches. Dividida en cuatro movimientos, atrae ya desde el principio con su clima envolvente, “orientalizado” y unos temas pegadizos y originales. Toda ella se escucha con un placer enorme. Y es necesario decir que esta obra – incluso hoy en día – forma parte del programa de estudios de la mayoría de conservatorios de Rusia, como modelo de orquestación y desarrollo. Hay que recordar que Rimski-Kórsakov escribió un excelente tratado de orquestación que sigue vigente.

Glinka y Dargomisky

Glinka

Los fundadores del movimiento artístico nacional ruso fueron Mijaíl Ivanovich Glinka y Alexander Sergienovitsch Dargomisky.

A Glinka (1804-1857) se le atribuye el mérito de haber compuesto una ópera de gran poder comunicativo, empleando ritmos y melodías populares, con un acierto incuestionable: La vida por el zar, escrita en 1836. Con esta ópera se definía el estilo ruso, su verdadero camino épico que continuó luego con su magífica segunda ópera Ruslán y Liudmila (1842). La obertura de esta ópera es muy conocida como pieza de concierto. Glinka no tenía un gran conocimiento técnico, pero igual que otros autores rusos poseía en cambio un instinto certero y a veces genial. Glinka adoptó las formas del melodrama italiano (Bellini, Donizetti…), que tanto gustaba la aristocracia de San Petersburgo. La importancia de Glinka como predecesor del movimiento nacional ruso fue reconocido, en especial por el temperamental Balakirev, creador a su vez de la primera escuela de corte nacionalista. Esta escuela fue llamada la de los “russlanistas” debido a la epopeya de Ruslán y Liudmila. Glinka también escribió un Cuarteto, un Sexteto con piano, el Trio para piano, clarinete y fagot “Patetico” y obras para piano solo.

A Dargomisky (1813-1869) se le considera un fiel continuador de la obra de Glinka. De hecho, es el eslabón entre Glinka y la generación posterior del “Grupo de los cinco”. Debutó con la ópera Esmeralda, escrita en 1847. Luego escribiría Rusalka en 1856. Pero fue El convidado de piedra basada en el Don Juan de Pushkin, su obra más famosa, que destaca por su recitativo melódico. Esta ópera quedó inacabada y fue terminada por Cesar Cui y Rimski-Kórsakov, que la apreciaban por su sobriedad.

Dargomisky compuso además Fantasía-Scherzo “Baba-Yagá”, Fantasía finlandesa y la Danza de los cosacos, las tres de carácter cómico.

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Los primeros pasos de la música en Rusia

La música en Rusia no tiene una tradición musical muy antigua. Sin embargo, el alma musical de este pueblo se distinguió pronto por ser muy rico en el canto. Y ello explica el rápido florecimiento de la música autóctona. La ópera nacional rusa  nació en los primeros decenios del siglo XIX, en tentativas todavía inciertas, hasta que estudiosos y musicólogos advirtieron un riquísimo patrimonio inexplorado artísticamente de esta tierra ilimitada. Una primera manifestación de gran envergadura tuvo lugar en el Teatro de la Corte de San Petersburgo, aunque con una compañía de cantantes italianos, que interpretaban intermedios cómicos de su repertorio. Era el año 1730. Cinco años más tarde, el cantante también italiano Francesco Araja introdujo las primeras óperas con libretos de Metastasio, traducidos al ruso. Más adelante, durante el reinado de Caterina II, se presentaron óperas cómicas y serias de grandes autores nuevamente italianos, como Manfredini, Paisiello, Sarti, Cimarosa, así como también de Spontini, Rossini y Donizetti. Mientras tanto, jóvenes compositores rusos se desplazaban a Italia para completar sus estudios: Volkoff, Fomin, Matinski, Bortniaski y Beresovsky.

Otro caso muy especial fue el de otro músico italiano, Catterino Cavos. Se consideró uno de los pioneros de la ópera nacional rusa, aunque es a Glinka a quien se debe la primera ópera verdaderamente rusa, compuesta por un ruso. De todas formas, es importante destacar a los Cavos, padre e hijo. El padre llegó a Rusia en 1798, y en 1803 el emperador Alejandro I lo nombró director del Teatro Bolschoi Kammeny. Cavos escribió obras con temática rusa sobre hechos heroicos nacionales y con libretos en ruso de canciones tradicionales rusas y ucranianas. En realidad fue Cavos quien inició la ópera rusa. Se le considera el eslabón entre los citados jóvenes compositores rusos y los inmediatos predecesores de Glinka: Dütse, Vielhorski y en particular Alexei Vertovski, quien ensanchó el horizonte teatral ruso al incluir melodías populares rusas. El hijo de Cavos se llamaba Alberto. Era arquitecto. Fue quien rediseñó el Teatro Bolshoi de Moscú, tras su incendio. Y también fue el responsable de la construcción del Teatro Marinski de San Petersburgo.

La música rusa encontró fuente de inspiración en la Colección de canciones populares rusas, reunida por Nikolai Lvov y escrita por Ivan Prach en 1790. Esta recopilación tuvo un éxito inmediato y la mayoría de compositores rusos acudían a estas melodías. Incluso Beethoven, que las utilizó en sus cuartetos de cuerda Razumowsky, opus 59. Mussorsgky utilizó un estribillo en la escena de coronación de Boris Godunov. El mismo estribillo de carácter campesino lo había utilizado ya Mijaíl Glinka en La vida por el zar, en 1836. Glinka, había tenido contacto con la música desde una edad muy temprana. Su abuelo había estado a cargo de la música en la Iglesia de Novospasskoe, famosa por el sonido luminoso de sus campanas.

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Catterino Cavos

Repin

Ilya Repin es sin duda uno de los pintores rusos más destacados del siglo XIX. Nacido en 1844 y muerto en 1930, su carrera cambió de manera significativa cuando todavía no había cumplido la treintena. Era el año 1870. Fue gracias a un largo viaje que realizó por el río Volga, junto con su hermano y el joven estudiante Fiodor Vasilev. El objetivo era realizar un estudio de los campesinos para el que tiempo después sería uno de sus cuadros más famosos: Los sirgadores del Volga, realizado en 1873. Fue realmente importante. Repin convivió durante tres meses con siervos en una aldea junto al Volga, donde hizo numerosos bocetos, en especial sobre unos rostros llenos de expresividad. El esclavo Kanin impresionó a Repin de quien dijo: “Había algo oriental y antiguo en ese rostro. El rostro de un escita, que ojos, que profunda mirada…, y su frente, tan grande y sabia. Era para mi un misterio colosal y por esa razón o amé. Era como un santo”.

Repin y Venetsianov, considerados ambos como artistas democráticos, fueron dos grandes ejemplos interesados en la figura del campesino atormentado y sentimentalizado. También destacaría al joven muchacho judío Mark Antokolsky, de Vilna. Igualmente es importante destacar la figura del crítico y mecenas Vladimir Stasov, quien fuera un defensor acérrimo del arte cívico y realista. Stasov inculcaba a los pintores rusos la idea que debían dejar de imitar el arte europeo y buscar una fuerza verdadera y significativa, con escenas vividas en las aldeas, en la ciudad o en rincones remotos. Volviendo al joven Antokolsky, que había ingresado en la academia junto a su amigo Repin, cabe destacar su aportación a la escultura, gracias a una soberbia colección de obras que realizó en el barrio judío de Vilna. Repin y Antokolsky se identificaban mucho entre ellos, ya que los dos provenían de familias humildes.

Moscú o San Petersburgo, San Petersburgo o Moscú. Moscú se consideró más rusa que San Petersburgo. Dos ciudades muy distintas pero las dos con una fuerza creadora impresionante, que se daría más o menos a partir de Guerra y Paz de Tolstoi, en 1865. Las artes en general entraron en escena, con un seguido de obras maravillosas en todos los campos.

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Los imaginativos dibujos de Hartmann y Mussorgsky

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Viktor Hartmann

Fue en el año 1874 cuando la Academia de las Artes organizó una exposición dedicada a Viktor Hartmann, fallecido el año anterior. Modest Mussorsgky sintió mucho la muerte de su amigo quien con su estilo “neoruso” ejerció una enorme influencia en su música.  Los dibujos arquitectónicos que figuraban en la exposición son los que provocaron la composición de una de las obras pianísticas más geniales Cuadros para una exposición, compuesta también en 1874. El dolor que le provocó la muerte del joven Hartmann llevaron a Mussorsgky a la bebida desenfrenada, que comenzó precisamente en aquellos momentos y que acabó con la vida del compositor.

Los dibujos de Hartmann estaban basados en un minucioso análisis de ornamentos medievales. La obra de Mussorsgky acaba con el boceto para la puerta de la ciudad de Kiev. El compositor ruso dedico los Cuadros a Vladimir Stasov, renombrado crítico y académico del que hablaré más adelante. Es muy conocida la versión que de esta obra realizó Ravel para la orquesta. Si el músico francés la hizo, de ninguna manera fue para demostrar que la obra necesitaba una versión sinfónica. Su orquestación es extraordinaria, y en cierta manera transforma la obra en un plano de gran volumen y colorido. Es necesario advertir, sin embargo, que no se trata de la “versión ideal”, ya que la de piano siempre será superior, con su sonido más esquelético pero mucho más de acorde con el pensamiento del compositor.

La gran porta de Kiev

Esbozo de la Gran Puerta de Kíev, de Hartmann

El apogeo del nuevo estilo arquitectónico ruso fue debido a la abolición de una ley anterior, que estipulaba que los edificios del centro de Moscú debían construirse en piedra y sus fachadas inspirarse en los estilos europeos. Su anulación provocó un torrente de nuevos edificios de madera que seguían el estilo del campesinado.  Moscú adoptaba así la apariencia de una “gran aldea”. Hartmann había diseñado salones con decoración de madera, de estilo folklórico, como la “Exposición Politécnica de Moscú”, construida en 1873 para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Pedro el Grande. Eran los años de renovación e interés por las artes antiguas rusas.

Mussorsgky se había enamorado de Moscu tras toda su vida en San Petersburgo. Se sintió atraído por “el reino de los cuentos de hadas”. Dijo en una ocasión: “La historia es mi amiga nocturna. Su olor a antigüedad lo transportaba a otro mundo”.

En una carta que dirigió a su mentor y amigo Balakirev escribía:  “Tu sabes que yo era cosmopolita, pero se ha producido una suerte de renacimiento, todo lo que es ruso tiene más que ver conmigo y me ofendería que alguien tratara a Rusia con grosería, sin ceremonia; da la impresión de que en este momento por fin he comenzado a amarla”.

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Mussorgsky, pintado por Ilya Repin

Con sus Cuadros es justo decir que Mussorsgky descubrió un nuevo lenguaje en la música rusa. Lo curioso es que era el compositor ruso de mayor personalidad y al mismo tiempo el menos versado en cuanto a técnica compositiva de la escuela europea, que rechazaba violentamente. Quería derrocarla y se aferró al folclore ruso. En este sentido, su ópera Boris Godunov, compuesta entre 1868 y 1874 a partir de un texto de Pushkin de 1825, era perfecta para Mussorsgky.

Unos años antes, Mijaíl Glinka, con su obra maestra Una vida por el zar (1836) había inaugurado la ópera nacional rusa. Con libreto del barón Van Rosen, escribió una especie de “hazaña musical”, con un bello colorido ruso-nacional, cuyo estreno fue un éxito enorme. Su segunda ópera, Russlan y Ludmilia, escrita en 1842, fue fiel a su estilo y sus melodías cautivaron por su frescor y originalidad. Es muy famosa la Obertura de esta ópera, programada frecuentemente por las orquestas sinfónicas.

Volviendo a Boris Godunov. Es una ópera en cuatro actos, con libreto del propio compositor, estrenada en San Petersburgo el año 1874. Ocurre en Moscú y en Polonia. Es una obra única e impactante. La enorme originalidad de la ópera aparece ya desde la introducción, cuyos dos cuadros del prólogo están a cargo del coro que, con su incesante repetición, crea un clima impresionante. Es el tema de fondo de la ópera.

La plaza del Kremlin ocupa el segundo cuadro, con Boris que, con la plaza abarrotada, se deja convencer por los ruegos del pueblo. La brillantez de la descripción musical en el acto de la coronación es de una potencia increíble. Las constantes repeticiones de un pensamiento musical se elevan hasta convertirse en una dominante. El magistral tema de las campanas, con su poderosa expresividad rítmica, culmina en una arrolladora explosión de sonidos. Boris Godunov es la única ópera que Mussorsgky pudo terminar personalmente. Se representada frecuentemente, especialmente la versión que realizó Nikolai Rimsky-Korsakov, quien realizó también otras modificaciones de diversas obras de Mussorsgky. Pero más recientemente se ha vuelto ha representar la versión original, ya que tiene una mayor crudeza que pone de relieve con mucho más vigor ese drama musical.  Además, Rimsky mutila los dos cuadros finales, perdiendo así drama popular, teniendo en cuenta que el pueblo ruso es, de hecho, el personaje principal. Música para el pueblo. También Rimsky  hizo una “revisión” de Una noche en el monte pelado, que es la más interpretada incluso en Rusia. Sin embargo, cuando se escucha la versión original – ver Filarmónica de Berlín, con Claudio Abbado –, el impacto es compulsivo y salvaje, mucho más auténtico a pesar de las “deficiencias” de la orquestación.

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Escena de Borís Godunov