Savva Mamontov (1844-1927) fue otro gran mecenas que colaboró de manera extraordinaria a definir el nuevo estilo moscovita. Este personaje, magnate de los ferrocarriles, no sólo era un gran comerciante sinó también un excelente artista, por mérito propio.
Nació en Siberia. De pequeño se trasladó a Moscú, donde su padre era el principal inversor de la construcción de vías de ferrocarril. Su pasión por el pasado de Moscú era enorme y tuvo una gran influencia sobre las ideas populistas que iban surgiendo. Más adelante, en 1864, después de una enfermedad, marchó hacia Italia. Allí aprovechó para estudiar canto y también composición. De vuelta a Moscú, entre 1870 y 1880, recuperará la era de la pintura medieval rusa. “El arte tenía que servir para la educación de la masa”, dijo en varias ocasiones.
A su esposa, Elizaveta, también le atraían las nuevas ideas artísticas y así, en 1870, ambos adquirieron la vivienda Abramtsevo, en medio de bosques cercanos a la región de Sergiev Posad, cerca de Moscú. Allí organizaron una colonia artística con varios talleres, donde se trabajarían las artesanías campesinas locales, además de fabricar toda clase de objetos artesanales, que se venderían posteriormente en Moscú. Fue el punto de encuentro de grandes artistas que aprendían las técnicas manuales del campesinado, para asimilar aquellos estilos y adaptarlos al suyo propio. Estuvieron en los talleres de Abramtsevo figuras como Korovin, Polenova, Vrubel, Serov, Repin y Hartmann, el amigo de Mussorsgky, que pasó por allá un año antes de su muerte.
A Chejov, que tenía un gran sentido del humor, le gustaba burlarse de la manía por lo folclórico. Lo plasmó en el cuento “El saltamontes” (1891). Pero al escritor le gustaban estas artes y artesanías, como se puede comprobar hoy en día en el museo de lo que fue su vivienda en Yalta. Chejov era el símbolo de la felicidad en Moscú. Educado como médico tenía la obsesión de buscar ideas de orden práctico en vez de recurrir a la religión o a custiones filosóficas. Trabajó de manera desbordante toda su vida. “Trabajar con el futuro en la mente” decía siempre. Su última obra fue “El jardín de los cerezos” que se estrenó en el “Teatro de las Artes de Moscú”, el año 1904.

Savva Mamontov, pintado por Ilya Repin en 1878