Serguei Rachmáninov (1873-1943) sería otro caso muy singular, parecido al de Prokófiev. Con la diferencia de que, mientras Prokófiev quiso regresar a Russia, Rachmáninov no lo hizo, y murió en Beverly Hills, California. Ambos fueron grandes pianistas y grandes compositores. Su vida, sin embargo, fue totalmente distinta.
Rachmáninov fue un pianista extraordinario, pertenecía a la élite entre los más importantes. Me detendré en sus primeros pasos ya que es realmente interesante la educación musical que recibió. Era mayor que Prokóviev. Inició sus estudios en San Petersburgo, però pronto marchó a Moscu. En 1888 ingresó en el Conservatorio de la ciudad. Tuvo tres maestros de gran nivel. Los compositores Taneiev y Arenski, para estudios de composición y armonía, mientras que estudió piano con Nicolai Zverev, un maestro insólito, de gran personalidad. Con Zverev adquirió una técnica altísima, además de procurarle un ambiente de ensueño para un joven intérprete. Rachmáninov, junto con otros muchachos, vivía pensionado en la misma casa de Zverev, que había sido discípulo de Tchaikovsky. En aquel momento tenía solo 12 años y convivía especialmente con otros dos jóvenes también de gran talento, disponiendo de dos grandes pianos de cola para su estudio. Zverov era muy exigente y de trato difícil. Se cuenta que alguna de sus discípulas incluso se había escondido debajo del piano para evitar la presencia de su maestro. Parece que con los chicos el trato era más tranquilo. Se ocupaba de ellos con un esmero infrecuente y enormemente gratificante. Era habitual que los domingos por la noche se reunieran personalidades del más alto prestigio en su domicilio, para ir siguiendo la evolución de los jovencísimos pianistas. Así, lo frecuentaban Tchaikovsky, los hermanos Nicolai y Anton Rubinstein, el mismo Taneiev y Alexander Siloti, que era precisamente primo hermano de Rachmaninov y con quien se perfeccionaría posteriormente. Estas veladas eran como una exhibición de destreza pianística. Zverev también solía llevarse a sus tres pupilos a los teatros donde actuaban los mejores intérpretes rusos y no rusos. Los respetaba mucho, especialmente bajo la mirada de su propia personalidad. Para cada uno tenía maneras propias de enseñar. También durante los veranos se los llevaba a Crimea, donde vivía Mikhail Pressman. Cuando cumplieron los 15 años, no dudó en llevarlos a restaurantes caros, con la finalidad de que sus modales fueran extremadamente cuidadosos. Y por último, cuando ya comenzaban sus apetencias sexuales los llevaba a cabarets y lugares de diversión para que alternaran con gitanas, entonces muy en boga en Rusia. Los zíngaros eran un mundo aparte y muy particular en la vida rusa. Así que, como se puede comprobar, Zverev era mucho más que un maestro.

Nikolai Zverev y sus alumnos. Rachmáninov está detrás suyo
En el año 1917, Rachmáninov abandonó Rusia para afincarse en Francia, luego en Suiza y en 1933 decidirá instalarse definitivamente en los Estados Unidos, como otros tantos rusos. Tuvo problemas económicos y por ese motivo decidió convertirse en pianista como principal actividad. Consiguió una rápida reputación y se le equipara con los mejores concertistas de su tiempo, junto al también gran pianista Joseph Hofmann, a quien dedicó su Tercer Concierto para piano y orquesta. Hofmann y Rachmáninov fueron auténticas leyendas y sus actuaciones eran seguidas como lo máximo del concertismo.
Su aspecto impresionaba a los auditorios: era alto, serio, con la cabeza prácticamente rapada y con una cara dolorida. Impresionaba contemplarle en escena. En la década 1920 era el ídolo pianístico internacional, y en 1941 todavía estaba en plena forma. Compuso cuatro conciertos para piano, tres sinfonías, dos maravillosos ciclos de preludios, dos ciclos de Etudes-Tableaux, la famosa Rapsodia sobre un tema de Paganini y también música vocal. Rachmaninov se puede considerar como el último romántico ruso.