Isolde Menges (1893-1976)

Una artista enorme fue la británica Isolde Menges. Su calidad es excepcional. Las versiones que realiza de las sonatas de Beethoven y Brahms son toda una referencia. Unas grabaciones lo suficientemente correctas para comprobar su gran clase.

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Isolde Menges tuvo a dos grandísimos maestros: Leopold Auer y Karl Flesch. Era hija de Georg Menges, natural de Alemania. Ella nació en Sussex (Inglaterra). Hizo muchos conciertos como solista. También con el cuarteto que llevaba su nombre y que fundó en 1931. Su manera de interpretar es perfecta. Un gusto exquisito, profundo y austero, en las versiones modélicas que realiza tanto en Beethoven como en Brahms. Y su sonido, sin duda mucho mejor de lo que se escucha, es para mi un referente. Sobrio, elegante y con un vibrato bellísimo. Con gran ilusión he escuchado varias de sus sonatas.

Tocó en muchas ciudades de Europa, Canadá o los Estados Unidos. Fue dirigida por batutas eminentes como las de Bruno Walter, Henry J. Wood o la del compositor Ernst Bloch, con el que en 1916 interpretó el Concierto para violín y orquesta de Brahms y la Sinfonía Española de Lalo. Las sonatas de Beethoven y de Brahms cuentan con dos pianistas excepcionales en la parte pianística. El inglés Harold Samuel para Brahms y el belga Arthur de Greff para Beethoven. Isolde Menges tocaba con un violín de Giuseppe Guarneri del año 1714.

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Isolde Menges, retratada por James Penniston Barraclough (1891–1942)



May Harrison (1890-1959)

Otro gran nombre olvidado es el de May Harrison, violinista inglesa de gran fuerza y personalidad. Su vida estuvo llena de momentos hermosos e inolvidables. Nació en la India, donde su padre -John Harrison-, que era ingeniero de minas, dirigía una importante empresa británica. Era además un buen flautista amateur. La madre fue una buena cantante, graduada en el Royal College of Music de Londres. Además de May, que nació la primera, hubo otras tres hermanas, todas ellas dedicadas a la música: Beatrice (1892), violonchelista y, como ella, nacida también en la India; Mónica (1897), que nació ya en Londres y que sería mezzo-soprano y, finalmente, Margaret (1899), que también se convertiría en una brillante violinista.

La vida de estas cuatro mujeres es una verdadera novela. Intentaré condensar en unas líneas vidas plenas de emociones, que bien podrían plasmarse en un film musical. Es importante resaltar que la família Harrison tuvo un papel importantísimo dentro del panorama musical en Londres. La carrera de las cuatro chicas (ninguna de las cuales llegaría a casarse) iba en paralelo con las actividades musicales que se ejercían en Cornwel Gardens, entre 1901 y 1920. Tenían una espaciosa sala de conciertos, donde acudían los mejores solistas y personalidades del mundo musical y literario, además de político. Nombres como el de Kreisler, Elgar, Beecham, Casals,  Rachmaninov o Nikisch eran frecuentes, así como los de George Bernard Shaw, Eleonor Roosevelt, la Princesa Victoria o la hija del rey Eduardo VII.

La carrera de las tres hermanas fue siempre en ascenso y tuvieron maestros de máximo nivel. May comenzó en el Royal College estudiando con el solista español Enrique Fernandez Arbós, para seguir luego con Leopold Auer en San Petersburgo. Beatrice estudió violonchelo también en el Royal College con William Whitehouse, y más tarde en Berlín con Hugo Becker. A los 17 años ganó el Premio Mendelssohn. Por último, Mónica se formó con el cantante Victor Beigel. Sin embargo, un accidente en la infancia le impidió hacer una carrera a tiempo completo.

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May Harrison

Y el número de compositores que alternaban era realmente importante. Elgar, Glazunov, Kodaly, Bax y sobre todo Frederick Delius, con quien mantuvieron una relación de por vida. Conocieron a este gran y personal compositor cuando, a través de un amigo común,  le comentó la excelente interpretación que May Harrison hacía de las Sonatas y Partitas de Bach. Ya pocos años antes las dos hermanas eran conocidas por la interpretación del Doble Concierto de Brahms, que les dirigia Glazunov. Fue a través del director Thomas Beecham que entraron en contacto. Delius visitó a las hermanas Harrison en su domicilio de Londres. Les dijo que le gustaría componer para ellas un Doble Concierto, que acabaría escribiendo durante la Primera Guerra Mundial. El resultado fue una obra impactante, de la que tenemos el privilegio de poseer una excelente grabación. Las dos hermanas tocan de manera sublime, una obra original de un compositor no adscrito a ninguna escuela. El efecto es enorme. Delius, además compuso para Beatrice una Sonata y un Concierto para violonchelo y dos sonatas para violin y piano dedicadas a May.

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Delius con Beatrice Harrison, en 1921

Antes de la Segunda Guerra Mundial, las actuaciones de May se escuchaban con frecuencia en los Conciertos Promenade, a través de la radio, la BBC. De 1935 a1947 fue miembro de la Facultad de Música en el Royal College. Finalmente recordar el emocionante concierto conmemorativo dedicado a Delius (29-5-1946), en el que las dos hermanas ayudaron a recaudar fondos para aliviar el sufrimiento de los niños europeos relacionados con la guerra.

Adila Fachiri y Jelly d’Arányi

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Las siguientes violinistas de nuestra serie son las hermanas Adila Fachiri (1886-1962) y Jelly d’Arányi (1893-1966). Nacidas en Budapest, las dos fueron discípulas predilectas de Jeno Hubay. Estudiaron en la Real Academia de Budapest. Ambas eran sobrinas del célebre violinista Josef Joachim. Adila también fue discípula de éste en Berlín y Joachim le legó uno de los dos violines Stradivarius que poseía. Adila se casó con el abogado inglés Alexander Fachiri en el año 1915. La violinista ya había realizado diversos conciertos en 1924, tocando en ciudades de Hungría, Austria, Alemania, Italia, Francia y los Paises Bajos, y participando frecuentemente también en la oferta de conciertos de Londres. El compositor británico Arthur Somervell le dedicó su concierto para violín.

Jelly fue aún más conocida. Tuvo una estrecha relación con Béla Bartók, que le dedicaría sus sonatas y que juntos estrenarían en Londres (en marzo de 1922 y mayo de 1923). Bartók era un excelente pianista. Otro gran compositor, Maurice Ravel, le dedicará su famosa Tzigane, que interpretó en numerosas ocasiones. Jelly, además, hizo trío nada menos que con Pau Casals y el pianista australiano Frederik S. Kelly. También formó grupo de cámara con Gaspar Cassadó, otro gran chelista catalán, y la pianista británica Mira Hess. Conmovedora es su versión del Trio nº 1 de Brahms, que podemos escuchar gracias a una lograda recuperación. Por último, Vaughan Williams le dedicó también su Concerto académico. Ambas hermanas estrenaron en Londres el Concierto para dos violines de Gustav Holst, autor de Los Planetas. Y Jelly d’Aranyi fundó un cuarteto de cuerda que llevaba su nombre y que alcanzó una fama notòria.

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Casals en 1911 con las hermanas Adila (a su izquierda) y Jelly (sentada en el suelo)

EL CONCIERTO DE SCHUMANN
Un hecho realmente insólito y detectivesco es el que se explica en la biografía de ambas violinistas. Resulta que en marzo de 1933 las dos hermanas participaron en una sesión de espiritismo en Londres. En aquella sesión se oyeron las voces de Robert Schumann y de su difunto tío-abuelo Joseph Joachim. Las voces abogaban por el estreno del Concierto para violin en re menor del primero, inédito hasta ese momento. Verdad o no, lo cierto es que el hecho fue determinante para estrenar una obra que había quedado en el cajón de los olvidos. Sin embargo, hay que decir que se trata de una partitura muy desigual, rara, debido al crítico estado psicológico del compositor. Para el estreno se pensó primero en Yehudi Menuhin, pero no pudo en ese momento por su condición de judío en un país, Alemania, en el que el nazismo de dejaba de crecer. Sería finalmente el violinista alemán Georg Kulenkampff quien lo estrenaría en Berlín, en 1937, bajo la direcció del director de orquesta Karl Böhm. Kulenkampff era también un gran violinista, que posteriormente huiría del nazismo para instalarse en Suiza en 1943. Jelly d’Aranyi lo estrenó en Londres el 16 de febrero de 1938.

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Jelly d’Arányi

LAS GRABACIONES
Tanto Adila como Jelly recogieron el espíritu compositivo de su gran maestro, Jeno Hubay, interpretando muchas de sus obras. Hubay había desarrollado una técnica “zíngara” propia, con la que ambas hermanas conseguían transmitir un mensaje auténtico, muy violinístico. Se conservan un buen número de registros, pero prácticamente todos son de las décadas de 1920 y 1930. Son grabaciones de baja calidad sonora, pero lo único que se puede mostrar. Aún y así, he decidido incluir alguna en este artículo, ya que me parecen versiones verdaderamente conmovedoras y muy personales. Solo ruego que se escuchen con paciencia, intentando imaginar cual podría haber sido el sonido real. A falta de versiones mejores he optado por poner éstas cuatro pero solo como documento. Espero que se entienda bien. No he encontrado registros mejores y quiero aclarar que ésta hechas en los años 20 que naturalmente no hace justicia a lo que era la realidad. Entiendo que para los que las escuchen puedan tener una decepción y  me ha sabido muy mal no entontrar grabaciones mejores. ¿Igual hay alguna? Agradecería mucho que alguien me lo notificara. Tenía previsto poner Tzigane de Ravel, pero al final lo he descartado. Aclaro también que si la misma interpretación que oímos se hubiera realizado con mayor calidad, el efecto sería otro, naturalmente. Si las dos violinistas tocaran hoy día, serían igualmente formidables. Bartók, Kodaly, Debussy y tantos otros compositores las admiraron profundamente. ¡Qué lástima! Las violinistas que vienen a partir de ahora, unas veinte, tienen ya registros mucho mejores, en cuanto a la calidad de sonido. Espero comprensión.



Stefi Geyer (1888-1956)

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La vida de Stefi Geyer fue apasionada y tormentosa. Una mujer que conmovía con sus interpretaciones. Los compositores Béla Bartók y Othmar Schoeck se sintieron atraídos por ella, llegando incluso a enamorarse apasionadamente. La historia de esta violinista es novelesca. Estudió en la Academia Franz Liszt de Budapest y fue discípula de Jeno Hubay, gran maestro y compositor.

Béla Bartók (1881-1945) escribió el Concierto para violín y orquesta nº1 para Stefi Geyer. El primer movimiento, por ejemplo, es una página muy sentida a la vez que triste, pero también dulce. El compositor húngaro lo compuso en un momento de inspiración y se puede considerar un retrato de Stefi, como persona y mujer. Aunquen tenían conceptos dispares sobre el significado de la vida, Bartók y Geyer tuvieron una estrecha relación. Stefi fue generosa con Bartók cuando éste decidió emigrar a los Estados Unidos en 1940. Siguió tocando su música en conciertos, y también ante sus estudiantes del Conservatorio de Zurich. Consideraba a Bartók un compositor extraordinario.

También Othmar Schoeck (1886-1957) sintió un gran amor hacia Stefi Geyer, escribiendo para ella un magnifico Concierto para violín y una Sonata para violín y piano. La primera vez que Schoeck escuchó a la violinista, ésta tenía tan solo 17 años. Le causó una impresión de por vida. Después de un concierto en Leipzig dijo: “(…) me emocionó en lo más profundo de mi ser”. El concierto de violín de Schoeck es de estética romántica y muy sentido. Los dos primeros movimientos, como en Bartók, son el testimonio sonoro de un amor que no fue correspondido. El concierto tiene un momento álgido en el segundo movimiento, Grave ma non troppo lento. Allí refleja su desesperación, su sentimiento sobre su frustrado amor. Si Steffi en vida no le correspondió, si lo hizo con esta interpretación tan sentida. La música es realmente preciosa.

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Stefi Geyer se casó con el abogado vienés Erwin Jung, que murió en una epidemia de gripe en 1920. Más adelante, Stefi se trasladaría a Zurich, donde fue professora del Conservatorio, entre los años 1934 y 1953. La violinista alemana Anne Sophie Mutter procede de su escuela, a través de la violinista Aida Stucky -de quien hablaré más adelante, también por ser una pedagoga extraordinaria en Suiza donde realizó una gran labor-.

De las grabaciones de Stefi Geyer, hay una que me ha emocionado mucho. La encontré por casualidad en YouTube. El disco está descatalogado. Se trata de la interpretación del concierto de Schoeck, que comentábamos más arriba. Es una grabación de 1947, realizada en Zurich, con la Orquesta Tonnhalle, y dirigida por Volkmar Andreae. Stefi Geyer tenía 59 años. Una obra maravillos que nace del amor de un compositor por una intérprete irrepetible. Por favor, ¡escúchenla!

Marjorie Hayward (1885-1953)

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La segunda violinista de esta serie de artículos es también inglesa. Se trata de Marjorie Hayward. Nacida en la localidad de Greenwich, realizó estudios con Emil Sauret en la Royal Academy of Music de Londres, entre 1897 y 1903. Después continuó en Praga, junto a Otokar Sevcik, de 1903 a 1906. Fue, sin duda, una solista muy importante. Actuó en Praga, Berlín, París, Amsterdam, La Haya, y luego se dedicó a la música de cámara, donde destacó por su labor eficaz y muy apreciada.

El compositor John Ireland le dedicó su Bagatela para violín y piano (1911) y, junto al citado compositor, estrenará otra obra de este autor, la Sonata nº1 en re menor, en 1913. Además lideró el English String Quartet, en el que también tomaba parte el compositor Frank Bridge, que tocaba la viola. Más adelante se integró al Virtuoso Quartet, que se convertiría en el primer grupo de cámara inglés. También creo su propio conjunto, el Marjorie Hayward String Quartet, con tres excelentes solistas ingleses.

Marjorie Hayward fue una de las artistas más habituales de los Proms londinenses, donde llegó a tocar en unas 30 ocasiones, entre 1909 y 1944. Allí presentó muchas obras, como el Doble Concierto de Brahms, el Concierto para violín y orquesta de Beethoven, el de Mendelssohn, el Tercero de Saint-Säens, además de muchas otras obras de cámara.

Se convirtió en profesora principal de la Royal Academy of Music, donde se creará un premio en su honor. Una violinista muy completa y muy musical, versátil y de gran eficacia. En el campo de la música de cámara dejó una profunda huella, que influiría a diversos conjuntos ingleses que aparecerían posteriormente.

En cuanto a sus grabaciones, recomiendo dos especialmente. Por un lado, Bohemian Dance, de Smetana, grabada en 1922. Y también la primera parte de la Sonata Kreutzer de Beethoven, grabada en 1918, en un momento en el que las grabaciones eran todavía muy imperfectas. Sin embargo, es interesante ver como interpretaba esta obra, con un criterio ya avanzado y una técnica perfecta. A pesar de no ser de muy buena calidad, pensaba que era importante incluírla.

Marie Hall (1884-1956)

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Esta violinista fue uno de los primeros casos excepcionales. Nació en Newcastle (Inglaterra) y vivió 72 años. Su padre era arpista de la Orquesta de la Compañía de Opera Carl Rosa, todavía existente. Luego siguió estudiando con Emile Sauret y más tarde con el violinista Otakar Sevcik, que fue su maestro definitivo en Praga.

Cuando Marie Hall comienzaba su actividad concertística le ocurrió un hecho que la destacó: el compositor británico Vaughan Williams le dedica su conocida obra para violín y orquesta The Lark Ascending (La ascención de la alondra). Esta partitura tan emotiva, escrita sobre el texto de George Meredith, es un canto de corte impresionista sobre la naturaleza. Inicia de manera  emotiva: “Alondra, veo tu alegría y quiero evocarte” y concluye con un triste “sigo creyendo que el cielo me habla”. Fue compuesta en 1914 y se estrenó en 1921, con Marie Hall de solista, y bajo la dirección de Sir Adrian Boult.

Se presentará en Praga el año 1902, y en 1903 en Viena y Londres. Y tocará en el Carnegie Hall de Nueva York el 8 de novembre de 1905. Seguirá con sus actuaciones con la Avonmouth and Shirehampton Choral Society. O también la que realizó con la British Sumphony Orchestra, dirigida por Sir Adrian Boult, el 14 de junio de 1921.

Marie Hall tocaba con uno de los dos Stradivarius que eran propiedad del violinista G. B.  Viotti. Estaba construido el año 1709 y hoy se encuentra en la Real Academia de Música de Londres.

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De las varias grabaciones existentes he elegido dos que la definen. El diabólico Moto perpetuo de Ries, obra que ya demuestra un nivel técnico sorprendente y la Jota aragonesa de Pablo Sarasate pieza que toca con especial gracia.

Las grandes violinistas del pasado

LAS MUJERES

Antes de empezar una nueva serie de artículos dedicados a las grandes violinistas del pasado, quisiera explicar algo que hace tiempo que estoy pensando. Que la prohibición genera fuerza es evidente. Y en el caso de las mujeres en especial. Imagino que sentirse apartadas del goce que representa transmitir sonidos con un violín debe de ser frustrante y triste a la vez. Ver como sus semejantes tenían un derecho exclusivo, mientras ellas quedaban apartadas por una tradición absurda, imagino el sufrimiento que causaba. Y fue gracias a los grandes violinistas y maestros, que a finales del XVIII y primeros del XIX aceptaron incluir a las mujeres en el aprendizaje del violín como algo ya normal.

Y ello provocó una nueva realidad. Por fin la mujer tenía en sus manos una herramienta singular. El violín, el instrumento más bello y milagroso. Se aferró a él y lo convirtió en su transmisor. Un transmisor cuya voz sublime permitía expressar toda gama de sentimientos. Era nuevo para ella. Y esta novedad la elevó a describir paisajes inesperados. Volar…

Conocía y mucho a la violinista Ginette Neveu y ahora, con mi empeño en rescatar varias de las mejores intérpretes del pasado entre ellas la maravillosa Joan Field, me hallo en un momento realmente impactante aunque también decepcionado, ya que la mayoría de las intérpretes que he elegido están practicamente en el anonimato.

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Ginette Neveu

La relación de la mujer en la música a lo largo de la historia es muy desconocida. Ha habido muy poco interès en conocer la obra musical de sus compositoras así como de sus intérpretes. Y resulta muy curioso que a la vez, cada 22 de novembre se conmemore el Dia de la Música para recordar a Santa Cecilia que ya fue en su tiempo perseguida por las autoridades del Imperio Romano debido a sus creencias cristianas. Fue arrestada e incluso que poco antes de que fuese ejecutada entonó un canto como alabanza a Dios. Festivales de Musica para conmemorar a Cecilia comenzaron a realizarse en Europa en el siglo XV tradición que ha seguido hasta hoy. Y fue en 1594 cuando Santa Cecilia fue nombrada Patrona de la Música por el Papa Gregorio XIII.

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Santa Cecilia, por Ambrosius Benson (1495-1550)

Pues bien, siempre me he preguntado si se trata de una broma la fecha tan celebrada ya que la mujer a lo largo de la historia ha sido discriminada y abandonada como persona. Se ha subestimada su música como compositora y se le ha impedido dedicarse al estudio de un instrumento. Hubo solo un referente en la época barroca cuando Antonio Vivaldi en Venecia desde los “Ospedali” della Pietà instruïa a niñas huérfanas o simplemente pobres en la música hasta el punto de convertirlas en verdaderos referentes. La orquesta que formó con todas ellas gozó de muy alta consideración incluso mayor que las formadas por hombres. Y fue admirada en Europa. Pero se trató tan solo de unos años para volver a la “antinormalidad”.

En Europa seguia la discriminación y la llegada de las mujeres en el violinismo se produjo con cierta lentitud debido simplemente a su condición de mujer. Y no fue hasta la creación de las diversas escuelas europeas cuando grandes violinistes y maestros aceptaron a chicas jóvenes para el estudio del violin. Destacamos unos cuantos nombres ya que a ellos se debe un progreso rápido y de gran calidad. Entre los grandes maestros destacaron: Joseph Joachim (1831-1907), Eugen Ysaye (1858-1931), Otakar Sevcik (1852-1934), Jeno Hubay (1858-1937), Georges Enesco (1881- 1955), Carl Flesch (1873-1944) Leopold Auer (1845-1930) o Abraham Yampolski (1890-1956).

Desde tiempos antiguos no fue hasta finales del XIX y principios del XX cuando la mujer iba dejando de ser como un adorno familiar y comenzar su aventura en el campo de la música y fue gracias a los violinistes mencionados cuando paulatinamente irian apareciendo. Son muchas las que merecen un espacio pero yo he elegido un número de entre 20 y 22 que considero imprescindibles, también porque de ellas se dispone de un
material sonoro suficientemente bueno para mostrar su talento. Muchas de ellas me han cautivado e impresionado más de lo que suponía. Como fue el caso de la violinista norteamericana Joan Field (1915-1988), de la que casualmente escuché su versión del Concierto en sol menor de Max Bruch, en una versión impresionante. Y fue a partir de este momento cuando decidí investigar muchas grabaciones de los años 20 y 30 del siglo XX, que han sido cuidadosamente masterizadas con las nuevas técnicas digitales y que han logrado reducir el molesto ruido de fondo además de mejorar su audición. También influyó que, consultando mis libros sobre las mujeres violinistes en la historia (siglo XIX y XX), observé que solo tres eran mencionades: Erica Morini, Ginette Neveu e Ida Haendel. Luego ya aparecen Anne Sophie Mutter, Viktoria Mullova o Silvia Marcovici. Pero el periodo que nos ocupa observo una clara discriminación.

Joan Field nació en 1915, pero antes debo comenzar con otros nombres ya que seguiré un orden cronológico según su nacimiento. Con Marie Hall (1884-1956) es cuando comienzan a aparecer violinistas maravillosas. Seguiré luego con Stefi Geyer, -dedicataria del primer movimiento del Concierto nº 1 de Bela Bartok-, Marjorie Hayward, Adila Fachiri…, siguiendo con otras violinistas destacadas, para terminar con Ginette Neveu, la grandísima violinista francesa, que murió en un accidente de avión. De todas ellas, incluiré las versiones más fieles e interesantes.

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Joan Field