Un gran descubrimiento para mi fue la violinista norteamericana Joan Field. Mientras casi todas las demás intérpretes me eran conocidas, Joan Field representó una sorpresa mayúscula. Buscando, buscando, me encuentro con una grabación del Concierto en sol menor de Max Bruch, a cargo de un nombre que no me era conocido. Escuché y me dije: ¿Cómo es posible? ¿Una interpretación tan maravillosa a cargo de esta violinista norteamericana y no ha sido promocionada o, en todo caso, tan poco promocionada?
Joan Field nació en Nueva Jersey el 28 de abril de 1915. Estudió privadamente con tres conocidos maestros: Albert Spalding del Boston College, Franz Kneisel de la Juilliard School y Michel Piastro, concertino de la Orquesta NBC de Toscanini. A los 10 años, estudio en París con Jacques Thibaud y Georges Enesco, y a los 14 regresaba de nuevo en Estados Unidos. Era el año 1934, cuando contaba con 19 años, cuando se presentó en Nueva York. Tres años más tarde, en 1937, tocaba en la Casa Blanca para el presidente Franklin Roosevelt y la Primera Dama Eleonor Roosevelt. Luego, en 1944, comenzó una exitosa carrera en la Radio WQXR en Nueva York. Field estrenaria la Segunda Sonata para violin y piano de Prokofiev en los Estados Unidos y fue ella también quien grabó por vez primera la Sonata para violín y piano de Charles Ives en 1951.
El violinismo de Joan Field es muy personal. De gran emotividad y una calidad extraordinària. Para mi ha sido un gran placer escuchar su versión del concierto de Max Bruch, que es bellíssima. También lo es la del Concierto de Mendelssohn, el de Dvorak o el Quinto de Mozart. Tocaba con un violín de Stradivari, fechado en 1698. Hizo una breve però gran carrera en los Estados Unidos. Tocó cinco veces con la Filarmónica de Nueva York, además de con otras grandes orquestas como las de Chicago, Boston, Cleveland, Filadelfia y la American Symphony Orchestra. Las grabaciones con Telefunken a finales de la dècada de los 50 son realmente buenas. Junto con la Sinfónica de Berlín y el director Rudolf Albert, logra versiones magníficas. Perfectas en el aspecto técnico y muy vitales en lo expresivo. Da gusto escucharlas y sin duda son de referencia.
Polonia tuvo mujeres extraordinarias: Maria Sklodowska Curie, Ilena Sendlerowa (que salvó a muchos niños de la Gestapo), Agnieska Holland (cineasta), Zofia Kossak (activista), Wislawa Szymorska (Premio Nobel de Literatura), Eliza Orzeszkowa (también Nobel de Literatura)…, y Grazyna Bacewicz, violinista y compositora.
LA MÚSICA EN POLONIA
La música polaca adquirió forma romántica con Fryederyk Chopin, que debe su inspiración al folklore polaco. La tradición chopiniana dejó su huella en la escuela pianística: Josef Hofmann, Arthur Rubinstein e Ignaz Paderewski. Por otra parte y en cuanto al violín, Henrik Wieniawski fue el gran precusor. Desde 1935 se celebra un importante concurso en su memoria. El concurso de piano en memòria de Chopin ya se celebraba desde 1927.
Por lo que a la composición se refiere, destaca especialmente el compositor Karol Szymanowski (1882-1937). Tras la Segunda Guerra Mundial, los compositores polacos serán víctima de la presión política por parte de los rusos, igual como sucedía en su país. Los compositores polacos se vieron obligados a obedecer los consejos de las autoridades políticas. Varios fueron los que emigraron, como Roman Palester o Andrzej Panufnik. Otros permanecieron en el país, como Witold Lutoslawski, Grazyna Bacevich y Boleslaw Szabelski.
Karol Szymanowski
La situación cambió en 1956, con el deshielo político. Los polacos encontrarán una nueva realidad artística y un ritmo muy rápido en el que sobresale la obra de dos compositores: Tadeusz Baird y Kazimerz Serocki, que fundaron el Festival Internacional de Música Contemporánea Otoño de Varsovia, que en poco tiempo se convertía en uno de los principales festivales de música del país. En esos años aparece la figura de Krzysztof Penderecki (1933), que impresionó por un concepto musical chocante en aquel momento, ya que introducía ruidos, sollozos, golpeteos, gemidos de sierras…
En cambio Witold Lutoslawski (1913-1994) se concentró en perfeccionar problemas de forma en un polifacético refinamiento sonoro. Pero no despojado de energia dramàtica.
Un caso particular fue Henryk Gorecki (1933-2010). Del sistema serial fue pasando hacia un lenguaje amable y tonal, cuya mejor obra fue su Tercera Sinfonía. Pero toda esta música estaba impregnada de un fondo común: el recuerdo de los terribles años de la Segunda Guerra Mundial, con la dominación alemana ocupando toda Polonia, que además se vio invadida por los campos de concentración y de muerte en varios puntos del país. Muchos músicos perdieron la vida, y los que quedaron, tras sufrir lo indecible y superar los años de deshielo, comienzaron una extraordinaria odisea compositiva, que se conoció con el nombre de la Nueva Escuela Polaca. Un gran hito fue el estreno en 1967 de la obra Dies Irae, de Penderecki, inspirada precisamente en el terrible campo de exterminio de Auschwitz. Se trata de una cantata en memoria de las víctimas asesinadas en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Esta obra la escuchamos en Barcelona en la dècada de 1970, y guardo un recuerdo imborrable. Los textos son de La Biblia. La composición se divide en tres partes, con una colosal explosión apocalíptica, para finalizar con un triple pianissimo de los contrabaixos.
GRAZYNA
Grazyna Bacewicz fue un caso excepcional. En el día de hoy son numerosos los recuerdos hacia la que fuera pionera de las compositoras de Polonia. Muchas calles llevan su nombre, así como escuelas, escuelas de música o centros culturales. Su formación musical fue total, como violinista, pianista y compositora. Su obra ocupa un lugar especial y se interpreta no ya solo en Polonia sinó también en todo el mundo.
Basta escuchar su música para fascinarnos por su libertad de escritura, fresca y programàtica. El folklore de su país directa o indirectamente siempre está presente. En Polonia tuvo grandes maestros: para el violín Jozef Jarzebski, para el piano Jozef
Turczynski y para la composición con el gran Kazimierz Sikorski. Se graduó en 1932 y luego marcharía a París para seguir las clases de composición de Nadia Boulanger. El estudio del violín lo completaría con Karl Flesch. Todos sus maestros eran de origen judio y durante la Segunda Guerra Mundial, Grazyna vivió en Varsovia, con gran secretismo. Actuó como concertino con la Orquesta de la Radio Polaca. Más tarde sufrió un grave accidente de coche y, a partir de 1954, decidió dedicarse por completo a la composición.
Fue la compositora polaca más versàtil e interesante del siglo XX. Su catalogo incluye composiciones para violín solo, violín y piano, cuartetos de cuerda, piano solo, quintetos, así como música orquestal. Su escritura es de una gran perfección, en especial las cuerdas. En su música para violín extrae unas sonoridades increïbles. Pasajes que parecen dificiles están escritos con tal conocimiento que logra simplificarlos sin perder atractivo. Publicó para varios sellos discográficos, como Chandos, Silesian, Hyperion, Deutsche Grammophon…
Grazyna con el violonchelista Gaspar Cassadó
De su producción destacaría especialmente dos obras: el Concierto para violín y orquesta nº7. Una obra genial, de una fuerza y emoción máxima. La escritura de todas las partes es inesperada, sorprendente. Dura poco más de 20 minutos y la versión de Joana Kurkowicz es impecable. Por otro lado, el Cuarteto para cuatro violines es otra pieza totalmente novedosa. La màgia es recurrente y nunca se han escuchado cuatro violines de manera tan bella y original.
La violinista Alma Rosé, sobrina de Gustav Mahler, murió trágicamente en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Muchos fueron los músicos que perdieron la vida en la red musical de campos donde la música formaba parte de su estrategia. Músicos profesionales y no profesionales formaban parte de conjuntos de música de cámara, en los que interpretaban todo tipo de música. Clásica, himnos, canciones, danzas. Todo ello con un calendario establecido que iba de la mañana a la noche, con
la misma ropa de prisionero. Era un contraste patético y humillante. Mientras ellos tocaban, funcionaban las cámaras de gas o se propinaban palizas de brutalidad extrema.
Alma Rosé que fue una excelente violinista tuvo la suerte de liderar la orquesta llamada Mädchenorchester von Auschwitz (Orquesta Femenina de Auschwitz), un conjunto formado por cuerdas, acordeón y una mandolina. No solo había música en el campo de Auschwitz sinó también en los de Dachau, Buchenwald o Birkenau. El programa de actos era parecido.
El ambiente era de un terror humillante, cosa que convertía a los pobres músicos en seres miserables, dado el entorno inhumano en el que vivían. La música que se ofrecía como medio de distracción y como método de supervivència cultural para las
víctimas. Ya desde su llegada en tren a los campos, los prisioneros eran recibidos con valses de Strauss, temas de la opereta La viuda alegre de Franz Lehar o canciones sentimentales de los años 30. La Orquesta de Auschwitz, entre los años 1933 y 1945, tocó frecuentemente ante las dependències de los miembros de las SS, interpretando piezas de Grieg, Schumann o Mozart. Un extrañamiento humillante hacia la música que ellos habían amado y que ahora tocaban en un ambiente de locura y maldad. Fue a partir de 1939 cuando, ante la llegada masiva de prisioneros, se empezaron a formar bandas de música o pequeños conjuntos, entre aquellos reclusos que podían tocar algún tipo de instrumento. La mayor actividad tuvo lugar entre los años 1942 y 1943.
Orquesta de Aushwitz
En Buchenwald, entre agosto de 1943 y diciembre de 1944, se realizaron más de 50 conciertos en un ambiente nada propicio para la actividad “artística”. El abuso físico y psicológico, de terror y miedo a la muerte, provocaba una situación desesperante. Muchos caían por el suelo, y luego eran arrastrados como fardos. En Birkenau, en el barracón donde un equipo de judíos era el encargado de organizar y clasificar todos los efectos personales procedentes de los asesinados en las contiguas cámaras de gas, la poetisa Krystina Zywulska compuso varias obras interconectadas y cuyas letras describían la vida cotidiana de ese infierno. Musicalizadas se convirtieron en una especie de cabaret, aunquen representadas secretamente. Los prisioneros solo querian morir en paz.
Alma Rosé era hija de Arnold Rosé, quien fuera director de la Orquesta Filarmónica de Viena y también de la Opera Estatal de Viena. Su madre se llamaba Justine Mahler (1868-1938) y era hermana de Gustav Mahler. Alma fue arrestada en julio de 1943 y deportada en Auschwitz. Allí coincidió con otras dos mujeres importantes como fueron la violonchelista Anita Lasker-Walslfisch y la cantante y pianista Fannie Fenelon, ambas
sobrevivieron.
Alma y Arnold Rosé
Existe mucha informació sobre la música en el Holocausto:
Fackler, Guido. Musik der Shoa
Gilbert, Shirli. Music in the Holocaust. Oxford University Press
Knapp, Gabriele. Frauenstimmen. Musikerinnen. Ravensbrück.
Berlin 2003.
Schmidt, Eberhard. Manfred Machlin. Berlin 1987
Staar, Sonja. Kunst, Widerstand und Lagerkultur. Buchenwald
1987
Polonia también ha sido un país de grandes violinistas, sobretodo a partir de Karol Lipinski. Destacó y mucho la violinista Eugenia Uminska, por su contribución a la música de autores polacos. Tuvo una muy estrecha relación con Karol Szymanowski, de quien interpretó en varias ocasiones sus dos conciertos para violín, además de obras de música de cámara. Pero además promocionó de manera muy efectiva los compositores que vinieron después y que son los de su generación, los considerados “hijos” de Szymanowski, ya dentro de la Nueva Escuela de Composición Polaca. Después de
Witold Lutoslawski, la figura principal, son Kristoph Penderecki, Grazyna Bacevich, Roman Padlewski o Stanislaw Wiechowicz. Todos ellos programados frecuentemente por Uminska.
Eugenia Uminska en 1934
Nuestra protagonista estudió en el Conservatorio de Varsovia y en 1924 recibiría el premio “cum laude” en dicha institución. Entre 1928 y 1932, mediante una beca, estudiará en Praga, con Otokar Sevcik; y posteriormente con Georges Enesco, en París. Entre 1932 y 1934, fue concertino de la Orquesta de la Radio Polaca, iniciando a partir de entonces su carrera internacional. Desde 1934 hasta 1939 realizó alrededor de 100 conciertos, como parte de la actividad de ORMUZ (Organismo del Movimiento Musical
de la editorial ORMUZ). Hasta la Segunda Guerra Mundial, actuará con importantes orquestas de Europa, y durante la Guerra vivirá en Varsovia. En el año 1941 fundó el Cuarteto Uminska. Tras negarse a tocar para los alemanes, en Noviembre de 1943 abandonará Varsovia de incógnito. Participó en organizaciones secretas que se realizaban en casas particulares. El riesgo era máximo.
Tras concluir la Guerra, incorpora a su repertorio un buen numero de obras de compositores polacos y se convierte en una transmisora de gran importància para dicha música. Su faceta de maestra fue también importante. Tuvo muchos alumnos e hizo revisiones de estudios y de obras de repertorio. Una importante aportación, que fue editada por PWV, fue el tratado que lleva por titulo Study of Scales and Arpegios, un manual de técnica básica, inspirado en la obra de Karl Flesch. Es un método aún vigente.
La más importante de sus grabaciones es la que realizó de los Conciertos para violin y orquesta de Karol Szymanowski, junto a la Orquesta Filarmónica de Londres, dirigida por Gregor Fidelberg. Un registro de 1948, y una interpretación inmejorable, de una calidad excepcional. Un sonido propio, muy humano.
Una de las primeras grandes violinistas de Rusia fue Galina Vsevolodovna Barinova, conocida sobretodo por la grabación de 12 sonatas para violín y clave realizada junto con el pianista Sviatoslav Richter. Galina fue una de las principales profesoras en el Conservatorio de Moscú.
Era natural de Sant Petersburgo, hija de un músico aficionado y de la destacada pianista Maria Barinova, que a su vez fue discípula de Josef Hofmann y Ferruccio Busoni. Su padre procedía de una antigua família noble. Galina estudió con Paul Kochanski y Josef Achron, debutando como solista a los 10 años. Fue una violinista de gran profundidad, transmitiendo un Beethoven impecable, destacando también en algunos conciertos de virtuosismo, como los de Wieniawsky o Sibelius. Los años 1924 y 1925 se desplazó a París, donde realizó un postgrado con el violinista Jacques Thibaud. Regresará a Leningrado, donde se licenciará en composición.
Su final de carrera fue brillante, interpretando con maestría piezas de Saint Saëns, Tartini y la Sinfonía Española de Lalo. Desde 1934 residió en Moscú, y durante la Segunda Guerra Mundial ofreció conciertos en primera linea para el ejército. Finalizada la guerra realizará numerosos conciertos en Rusia, países asiáticos y Europa. Tocaba las grandes obras però también el repertorio de violín solo, principalmente la obra de Bach, de quien su Sonata para violin solo en Do mayor obtuvo siempre una acogida enorme.
Estuvo en los jurados de los principales concursos de violín, como el Tchaikowsky de Moscú, el Paganini de Génova o el Bach de Leipzig, además de poseer la Gran Medalla de El Fondo de Eugène Ysaÿe de Bélgica (en 1965). En una ocasión, que el violinista Igor Bezrodny luego anotó en sus memorias, Barinova dijo respecto a los conciertos: “Mi principal propósito es tocar buena música, con un buen instrumento, una buena orquesta, en un buen salón, para un buen público. Si tienes este propósito debes tocar bien e intentarlo con todas tus fuerzas. No me es possible tocar con indiferència.”
Entre sus grabaciones, hay que destacar, la integral de sonatas para violín y clave de Bach, que ejecuta junto a Sviatoslav Richter al piano. Sin duda, una gran aportación. Pero además hay otros registros de gran interés. Por ejemplo, dos versiones conmovedoras de los conciertos de Wieniawski y Sibelius. Este último tocado con una gran efusión y un evidente apasionamiento, mientras que el de Wieniawski -una obra igualmente de alto virtuosismo-, interpretado de forma sosegada, resaltando la línea melódica, que alterna con los pasajes más intricados, resueltos con facilidad extrema. Su sonido es precioso.
Con este artículo empiezo la que será la segunda parte de esta serie, que incluirá 15 violinistas de gran escuela. La primera será Erica Morini y con ella entramos en las violinistas nacidas en el siglo XX. Un nutrido grupo de chicas jóvenes apareció en escena tocando maravillosamente. Para la mujer, el hecho de poder tocar el violín, hacer una larga carrera de aprendizaje para luego convertirse en solista, era algo nuevo. Ya lo fue en el siglo XIX, pero en el XX hay que añadir una sólida preparación técnica, que hizo que las ansias interpretativas aumentaran de manera prodigiosa hasta llegar incluso, en algún caso concreto, a superar en emoción a hombres consagrados.
Erica Morini, en 1917
Hablemos, pues, de Erica Morini, una violinista formada en la tradición austro-alemana. Se ganó la admiración de sus compañeros violinistas, aunque diría en cierta ocasión de manera contundente que “fue discriminada por muchos empresarios y excluida de ciertas oportunidades que consideraba merecer”. Pero triunfó y realizó una gran carrera en los Estados Unidos. En aquellos años ya habían nacido los Jascha Heifetz, Nathan Milstein y poco después David Oistrakh, que ocuparían la cabecera del violinismo.
Erica nació en Viena el 5 de enero de 1904. Recibió las enseñanzas de su padre Oscar Morini, que era el director de su propia escuela en Viena. Completó sus estudiós con Otokar Sevcik, por aquel entonces el mejor professor de la ciudad. Erica tenia dos hermanas también dedicades a la música: Alice Morini (pianista) y Stella Morini (también violinista). Sevcik se refirió a Erica de esta manera: “…ella sabe todo lo que no se puede enseñar”.
La precozidad de Erica Morini la llevó a presentarse en Alemania gracias al célebre director de orquesta Arthur Nikisch. Fue el año 1918, primero con la Gewandhaus de Leipzig y luego con la Filarmónica de Berlín. Tenía solo 14 años y era la violinista más famosa de esa edad. Poco después, en 1920, debutaría en Nueva York, con la Filarmónica de la ciudad, dirigida por Arthur Bodanzky. Más adelante viajaría a Australia y Rusia. Y a partir de 1938 se establecería en Nueva York. El nazismo ya era una realidad y su padre era de origen judío.
GRABACIONES Por suerte con Erica Morini ya poseemos grabaciones que hacen justícia. De ella tenemos registros algunos de ellos insuperables y de una belleza extraordinària. Hay grabaciones importantes, como los conciertos de Beethoven, Brahms, Tchaikovski, Bruch, además de una maravillosa versión de la Sonata de Cesar Franck, con Rudolf Firkusny, al piano.
De la grabación inolvidable del Concierto en Re Mayor de Beethoven, con la Filarmónica de Nueva York, destaca el extenso primer movimiento, que emociona hasta el límite máximo. Precioso. Todo un referente con un violín que suena casi irreal. Lástima que en el tiempo lento siguiente se oigan toses, haciendo casi imposible de escuchar esa música magistral, por culpa del insoportable ruído del público.
La versión del Concierto Tchaikovsky es del año 1952. Perfecta. Actúa junto con la RIAS Symphony Orchestra de Berlín, dirigida por Ferenc Fricsay. Un Tchaikovsky colosal. No exagero. Lo interpreta maravillosamente. Toda una referencia para los violinistas jóvenes. La Canzonetta, que ejecuta a flor de piel, se convierte en un suave llanto. Su vibrato, además, es de una factura excelente. Siempre bajo control.
También son ejemplares las versiones de los conciertos de Bruch o Mozart. Pero hay otra obra que merece un punto y aparte. Se trata de la Sonata de Cesar Frank, que interpreta con el pianista Rudolf Firkusny. Hacía mucho que no la escuchaba y esta vez la he recibido con un placer inmenso. Entre ella y Firkusny se desprende una riqueza de matices que no recuerdo en otra versión semejante. El pianista está sublime y los dos dialogan como seres celestiales. De nuevo digo que no exagero. ¡Escúchenla!
La càrrega, pintura de Ramon Casas que inspira el títol de l’obra de Jordi Cervelló
El febrer del 2018 vaig acabar una composició que porta per títol Les càrregues. Es tracta d’una obra simfònica inspirada en els fets que es van produir el dia 1 d’octubre de 2017. Concretament fa referència a les càrregues, per part de la policia espanyola, sobre la població catalana que volia votar en un referèndum d’independència. La creació d’aquesta peça obeeix a una necessitat imperiosa: explicar la meva indignació pel que vaig viure aquell dia. La partitura vol ser un testimoni musical viu, plasmat amb tot el realisme que em va ser possible. Vaig fer una selecció d’imatges, les que més em van colpir i les vaig entrelligar segons la meva percepció per tal d’obtenir un discurs musical lògic i entenedor.
Les càrregues és un poema simfònic, estructurat en tres grans seccions, amb dos temes principals. Trobar aquests dos temes va ser instintiu. El Testament d’Amèlia, un tema nostre entranyable, i l’A por ellos…, un tema que representés el mal. Aquest últim era sens dubte el més adequat, ja que aquesta trista història comença amb aquests crits eufòrics amb què van acomiadar als policies en els llocs des d’on van sortir. Les tres parts de l’obra estan connectades, sense interrupció.
El mes de Febrero del 2018 acabé una composición que lleva por título Les càrregues (Las cargas). Se trata de una obra sinfónica inspirada en los hechos que se produjeron el 1 de Octubre de 2017. Concretamente trata de las cargas que realizó la policía española sobre la población catalana, que quería votar en un referendum de independencia. La creción de esta obra nació de una necesidad imperiosa: explicar mi indignación por lo que viví ese día. La partitura quiere ser también un testimonio musical vivo, plasmado con todo el realismo que me ha sido posible. He hecho una selección de imágenes, las que más me impactaron, y las entrelacé según mi percepción para obtener un discurso lógico y a la vez entendedor.
Les càrregues es un poema sinfónico y está estructurado en tres grandes secciones, con dos temas principales. Encontrar esos temas fue instintivo. Se trata de El testament d’Amèlia, una melodía tradicional catalana, y el A por ellos…, un tema que reprentara al mal. Éste último era sin duda el más adecuado, ya que esta triste historia empieza con los gritos eufóricos con que son despedidos los policías en los lugares desde donde salieron. Las tres partes de la obra están conectadas, sin interrupción.
Esta violinista nació en Australia però sus padres eran de ascendencia escocesa e irlandesa. Daisy fue alumna privada de Otokar Sevcik en Viena, para luego y tras un
año, estudiar en la Meister-Schule. En Londres, aparece en el año 1911, realizando después diversas giras por Inglaterra, Europa, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.
En el año 1914 se casará con el pianista ruso Benno Moiseiwitch, muy celebre durante buena parte del siglo XX, con quien hizo duo en repetidas ocasiones. Más tarde se divorciaría de él para y contraería matrimonio con el dramaturgo y poeta inglés John Drinkwater. Curiosamente, Daisy Kennedy fue la abuela del famoso violinista británico Nigel Kennedy.
Daisy fundó un trío con piano en el que participaba su primo Lauri Kennedy. Acabó su carrera fundando una orquesta de música ligera en el Regent Palace de Londres.
De esta gran violinista existen pocas grabaciones. Merece escucharse especialmente la Sonata para violín y piano de Grieg, que interpreta con Hamilton Harthy, que se grabó en junio del año 1922.