Con este artículo empiezo la que será la segunda parte de esta serie, que incluirá 15 violinistas de gran escuela. La primera será Erica Morini y con ella entramos en las violinistas nacidas en el siglo XX. Un nutrido grupo de chicas jóvenes apareció en escena tocando maravillosamente. Para la mujer, el hecho de poder tocar el violín, hacer una larga carrera de aprendizaje para luego convertirse en solista, era algo nuevo. Ya lo fue en el siglo XIX, pero en el XX hay que añadir una sólida preparación técnica, que hizo que las ansias interpretativas aumentaran de manera prodigiosa hasta llegar incluso, en algún caso concreto, a superar en emoción a hombres consagrados.

Erica Morini, en 1917
Hablemos, pues, de Erica Morini, una violinista formada en la tradición austro-alemana. Se ganó la admiración de sus compañeros violinistas, aunque diría en cierta ocasión de manera contundente que “fue discriminada por muchos empresarios y excluida de ciertas oportunidades que consideraba merecer”. Pero triunfó y realizó una gran carrera en los Estados Unidos. En aquellos años ya habían nacido los Jascha Heifetz, Nathan Milstein y poco después David Oistrakh, que ocuparían la cabecera del violinismo.
Erica nació en Viena el 5 de enero de 1904. Recibió las enseñanzas de su padre Oscar Morini, que era el director de su propia escuela en Viena. Completó sus estudiós con Otokar Sevcik, por aquel entonces el mejor professor de la ciudad. Erica tenia dos hermanas también dedicades a la música: Alice Morini (pianista) y Stella Morini (también violinista). Sevcik se refirió a Erica de esta manera: “…ella sabe todo lo que no se puede enseñar”.
La precozidad de Erica Morini la llevó a presentarse en Alemania gracias al célebre director de orquesta Arthur Nikisch. Fue el año 1918, primero con la Gewandhaus de Leipzig y luego con la Filarmónica de Berlín. Tenía solo 14 años y era la violinista más famosa de esa edad. Poco después, en 1920, debutaría en Nueva York, con la Filarmónica de la ciudad, dirigida por Arthur Bodanzky. Más adelante viajaría a Australia y Rusia. Y a partir de 1938 se establecería en Nueva York. El nazismo ya era una realidad y su padre era de origen judío.
GRABACIONES
Por suerte con Erica Morini ya poseemos grabaciones que hacen justícia. De ella tenemos registros algunos de ellos insuperables y de una belleza extraordinària. Hay grabaciones importantes, como los conciertos de Beethoven, Brahms, Tchaikovski, Bruch, además de una maravillosa versión de la Sonata de Cesar Franck, con Rudolf Firkusny, al piano.
De la grabación inolvidable del Concierto en Re Mayor de Beethoven, con la Filarmónica de Nueva York, destaca el extenso primer movimiento, que emociona hasta el límite máximo. Precioso. Todo un referente con un violín que suena casi irreal. Lástima que en el tiempo lento siguiente se oigan toses, haciendo casi imposible de escuchar esa música magistral, por culpa del insoportable ruído del público.
La versión del Concierto Tchaikovsky es del año 1952. Perfecta. Actúa junto con la RIAS Symphony Orchestra de Berlín, dirigida por Ferenc Fricsay. Un Tchaikovsky colosal. No exagero. Lo interpreta maravillosamente. Toda una referencia para los violinistas jóvenes. La Canzonetta, que ejecuta a flor de piel, se convierte en un suave llanto. Su vibrato, además, es de una factura excelente. Siempre bajo control.
También son ejemplares las versiones de los conciertos de Bruch o Mozart. Pero hay otra obra que merece un punto y aparte. Se trata de la Sonata de Cesar Frank, que interpreta con el pianista Rudolf Firkusny. Hacía mucho que no la escuchaba y esta vez la he recibido con un placer inmenso. Entre ella y Firkusny se desprende una riqueza de matices que no recuerdo en otra versión semejante. El pianista está sublime y los dos dialogan como seres celestiales. De nuevo digo que no exagero. ¡Escúchenla!