Hace años, cuando escuché por primera vez la cantata Faust et Hélène de Lili Boulanger, quedé estupefacto. Era la obra que le valió el prestigioso Premio de Roma, en 1913. Lili, tenia solo 20 años. ¿Cómo era posible que a esa edad compusiera y se presentara en un certamen tan importante, cuando la mayoría de compositores todavía se hallan en periodo de aprendizaje? Escuché luego otras obras suyas como los Tres Salmos, escritos entre 1916 y 1917, y su bellíssima Vieille prière bouddhique, escrita entre 1914 y 1917. Me quedé hechizado y consternado. No era posible que una compositora tan genial fuera apenas nombrada, incluso en su Francia natal, en la que casi nunca figura al lado de los Fauré, Debussy o Ravel. Este hecho y también el sufrimiento y alejamiento de las compositoras Fanny Mendelssohn y Clara Wieck me hicieron decidir a escribir esta serie de artículos dedicados a las mujeres apartadas y olvidadas.
La vida de Lili Boulanger fue, sin embargo, muy breve. Murió con tan solo 24 años, debido a una cruel enfermedad. Ya a los dos años había sufrido una neumonía que provocó que su sistema inmunitario quedara perjudicado para el resto de su vida. Ello fue un auténtico drama pero ella lo combatió con un esfuerzo sobrehumano. Su vida fue una lucha constante.
Procedía de una família de músicos. Su abuela, Juliette Boulanger, era cantante y su padre, Ernest Boulanger, fue compositor y profesor en el Conservatorio de París. Nadia, su hermana, la gran pedagoga, era seis años mayor que ella. Fue como un ángel de la guarda para Lili. Constantemente estaba a su lado, incluso pocos momentos antes de morir, en el que Lili ya no era capaz de escribir con su lápiz, Nadia iba anotando notas, pausas y otras observaciones. Era la emotiva obra de su despedida de este mundo: Pie Jesu, para soprano, cuarteto de cuerda, arpa y órgano. Moriría poco después.
La entrega de Lili Boulanger a la composición duró poco pero lo suficiente como para dejar un legado único. El suyo. Iniciado en 1910 y finalizado ocho años más tarde, en 1918, cuando tenía 25 años. En tan solo ocho años fue capaz de escribir la totalidad de su obra coral: 17 títulos que empiezan con Les Sirènes (1911) -para coro y tres voces femeninas, con acompañamiento para piano u orquesta-, Himno al sol, para contralto, coro mixto y piano u orquesta, la emotiva partitura Pour les funérailles d’un soldat, los tres Salmos 24, 129 y 130, la Vieille prière bouddhique para tenor y coro mixto; y la cantata Faust et Hélène, antes citada. En el apartado de la música vocal destacan las Clairères dans le ciel, ciclo de 13 melodías para voz y piano, Dans l’immense tristesse para voz y piano; y la mencionada Pie Jesu. En lo que a su música instrumental se refiere es necesario destacar D’un vieux jardin para piano, Nocturne para violín y piano, D’un matin de printemps para violín, violonchelo y piano y D’un soir triste para violín (o violonchelo) y piano.
Comenzó sus estudios con su hermana Nadia. Poco después se puso en manos de Gabriel Fauré, amigo de la família y también maestro de su hermana y de tantos grandes compositores franceses. Fauré valoraba mucho a Lili. No fue el único. También lo hicieron otros dos grandes maestros: el compositor Paul Vidal, maestro muy hàbil, que consiguió también el prestigioso Premio de Roma (1883), y también Georges Caussade. Ambos prepararon a Lili para conseguir el preciado galardón.
La música de nuestra compositora tuvo grandes consecuencias entre los compositores franceses. Era una música nueva, con un lenguaje propio, contrapuntístico e incluso atonal. No era precisamente dramática o fúnebre, sino reflexiva y de una belleza extraña, que solo alguien como ella -consciente de su muerte siempre pròxima- encontró en su música un lugar de paz absoluta. Impresiona escucharla. Es muy propia e invade de inmediato. Lili Boulanger se inclinó sobretodo hacia el repertorio vocal. Las voces para ella eran indispensables. Eligió además música de carácter religioso o de inspiración bíblica, donde podía elegir textos preferentes. También la guerra influiría en su música, como demuestra la conmovedora Pour les funerailles d’un soldat. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, hallándose Lili en Roma, donde estaba becada por el importante premio conseguido, tuvo que regresar rápidamente a París. Quiso entrar como enfermera de guerra,pero al no ser posible por su delicado estado de salud, decidió fundar el Comité Francoamericano del Conservatorio Nacional, organización que prestaba apoyo moral a músicos combatientes y a sus familias.
En la composición, Lili necesitaba la voz humana para expresar su necesidad interna. Poseía una técnica compositiva sólida que le permitía expresar con fidelidad su complejo y atormentado pensamiento. Trataba las voces con la facilidad de los grandes contrapuntistas y su capacidad para fusionar las voces con la orquesta daba la sensación de estar frente a un solo instrumento. Para nosotros los compositores representa algo difícil de explicar. Su extraña lejanía deja un eco permanente. Tenía poco más de 20 años cuando se enfrentó con sus Tres Salmos o la maravillosa Viellie prière boudique. ¿Cómo es possible? ¿Y cómo se atreven algunos conocidos musicólogos y críticos musicales, incluso de cierto prestigio, en no incluirla entre los grandes compositores, aluciendo que su vida fue demasiado breve para poder valorar su catálogo, y solo atendiéndose a este juicio considerar que su obra era solo de juventud? ¿Qué compositores de renombre a la edad de 20 años contaban con algo semejante? Las obras de Lili Boulanger son fruto de un esfuerzo despiadado, que llegó a una maestría y a un poder expresivo que la hacen única. Su obra no tiene edad. ¿Qué compositores a lo largo de la historia de la música han sido capaces de escribir con toda la profesionalidad cantatas u otras obras que cuentan con una orquestación con solistas vocales, coro mixto y orquesta completa, es decir, una partitura de al menos 30 pentagramas?
Es importante recordar que su hermana Nadia, ya en el año 1939, fundó la Lili Boulanger Memorial Fundation en la ciudad de Boston, con el objectivo de mantenir viva la memoria y el legado de Lili, además de dar apoyo a jóvenes músicos.