Amy Beach (1867-1944)

Fue una distingida compositora y pianista nacida en Henniker, New Hampshire (Estados Unidos). Su madre era una buena pianista y cantante, así como también su abuela, que cantaba en el coro de la iglesia. De muy pequeña ya daba muestras de un talento hacia la música. Le gustaba cantar e improvisar. A los cuatro años componía valses y fue a los seis cuando comenzó formalmente a estudiar piano con su madre. Se sintió atraída por la obra de Bach, en especial por las fugas, pero su autor favorito era Beethoven. Un recital en Boston llamó la atención de críticos y managers pero su madre, con buen criterio, se opuso a que diera más recitales.

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En 1875 la familia se mudó a Chelsea, un suburbio de Boston. Allí se puso en manos de dos buenos pianistas: Ernst Perabo y Carls Baersmann. Luego realizó los estudios de armonía y contrapunto con Junius W. Hill. En el año 1883 hizo su debut en Boston, interpretando el Concierto para piano y orquesta nº2 de Ignaz Moscheles y, poco después, aparecería como solista con la prestigiosa Sinfónica de Boston. En 1885 contraerá matrimonio con el doctor Henry Harris Beach, un cirujano muy conocido que había quedado viudo y que no quiso que su mujer realizara más conciertos, aunque sí la animó en la composición. Entre sus obras más relevantes, figuran dos conciertos para piano, la Primera Sinfonía “Gaélica” -que fue la primera sinfonía interpretada de una autora americana-, Eilende Wolken, Tema con variaciones para flauta y cuarteto de cuerda y Cabildo (su primera ópera, de 1932).

Entre sus obras destaco especialmente el Concierto para piano y orquesta op. 45, una composición de peso, escrita magistralmente. Su temática, apasionada y tan bien moldeada con la parte orquestal, la convierten en un concierto muy válido, que el público agradecería. Pero no, no se interpreta. Otras dos obras maravillosas son la suite para piano Children’s Carnival op. 25, extraordinaria pantomima, bien conocida en Estados Unidos, a la que hay que añadir otra obra preciosa, realmente hermosa: la Romanza para violín y piano op. 23, que escribió en su día para la gran violinista norteamericana Maud Powell. Es una pieza única. Muy sentida.

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Amy falleció el 27 de diciembre de 1944 en Nueva York y lamentablemente su obra fue olvidada hasta la década de los noventa, cuando un grupo de mujeres rescató buena parte de su obra. Como siempre, lamentable. A nivel mundial, sin embargo, sigue siendo todavía un nombre desconocido.