Augusta Holmès (1847-1903)

Sorprendente compositora de origen irlandés, però nacida y afincada en París. Niña prodigio actuaba en publico con tan solo 5 años, ofreciendo pequeños recitales con algunas obritas suyas. Era hija del capitán Dalkeith Holmes, que se instaló en Paris en 1820. Era el año 1862 cuando permitió a su hija Augusta editar obras suyas bajo el seudónimo de “Hermann Zenta”. En París estudió con Henri Lambert y fue alumna predilecta de Cesar Franck.

Augusta Holmès fue una mujer temperamental, aunque también romántica e imaginativa. Se convirtió en un revulsivo en la ciudad de París y su obra sinfónica fue acogida con mucho entusiasmo a finales del siglo XIX. Fruto de las enseñanzas con Cesar Franck, destacó con su sinfonia Orlando furioso (1877) y poco más tarde con su obra también sinfónica Los Argonautas (1881), estrenada por la Orquesta Pasdeloup. Después vino un poema sinfónico titulado Irlande, que atrajo la simpatia de éste país. Otra sinfonía patriótica fue Pologne, estrenada en los Conciertos Populares del año 1883. En 1884, publicaría su ciclo de canciones Les sept Ivresses y en 1888 fue muy bien recibida también su ópera Ludus Pro Patria, en los Conciertos del Conservatorio. Sin embargo, ésta sería superada por el éxito de Ode Triomphale, realizada para coro y orquesta, y presentada en la Exposición de París de 1889. Un año más tarde, en 1890 escribirá Hymne a la Paix, para la Exposición de Florencia. Pero todavía quedaba la ópera en cuatro actos La Montagne Noire, que se estrenó con gran éxito en la Gran Opera de Paris el 8 de febrero de 1895.

Augusta Holmès murió en Versalles el 28 de enero de 1903 y al año siguiente se descubrió un monumento a su memoria: una musa llorando representada con una lira.



Clémence de Grandval (1828-1907)

Nacida como Marie Felicie Clémence de Reiset, y también conocida como Vicomtesse de Grandval, fue una destacada compositora francesa. A temprana edad ya recibió lecciones de composición del compositor y amigo de la familia Friedrich Flotow. Más tarde también de Frédéric Chopin e incluso de Camille Saint-Saëns, durante dos años. Se casó con el Vizconde de Grandval con el que tuvo dos hijas.

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Clémence obtuvo el Premio Rossini en 1881, junto con su libretista Paul Collin. Otro premio importante fue el Cartier del Conservatorio de París en 1890, por una de sus obras de música de cámara.

Sus primeras composiciones fueron sagradas y fueron ejecutadas en diversas iglesias. Más adelante escribiría cinco óperas, tres sinfonías, obras instrumentales, con especial atención al oboe -del que posee un Concierto en re menor-, pero también piezas para corno inglés y piano.

En 1871 participó de manera activa como compositora y cantante en la Societé Nationale de Musique, junto Camille Saint-Saëns, Cesar Frank y Edouard Lalo. En 1873 el célebre violinista Pablo de Sarasate estrenó en el Grand Hotel de París su obra Fantasía para violín y orquesta.


 

 

¿Los directores, son secuestradores?

Estos días estoy inmerso en el tema de las mujeres compositoras. Son decenas y decenas que viven en un lugar secreto. Sencillamente, no están. Resulta realmente muy curioso lo que ocurre. Pocas, poquísimas, son divulgadas en el día de hoy, pero si que son conocidas a través de internet. Si hasta antes de la llegada de internet, eran personajes totalmente ignorados, con internet sus nombres existen, están, y muy bien representados. De entrada, todas las compositoras tienen su artículo en la Wikipedia. Son entradas relacionadas con su vida y además incluyen grabaciones. Hay un montón, de todo tipo y de buena calidad. Muchas son a cargo de orquestas de prestigio o solistas renombrados. Ha sido, pues, una grata sorpresa.

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Lili Boulanger

Querría recordar en este punto la desafortunada frase que dijo una vez el director de orquesta británico Sir Thomas Beecham: “No hay mujeres compositoras, no las ha habido nunca y nunca las habrá”. Parece que muchos directores de orquesta han seguido al pie de la letra lo que dijo este impostor. La mujer no es apta para componer, solo es válida para la música del pasado compuesta por hombres. Y así ha sido. Directores y organizadores de conciertos solo apuestan por cierto repertorio masculino, dejando fuera a mujeres e intrusos en general. De esta manera, tenemos directores que actúan como repetidores, con el beneplácito de los músicos de las orquestas, que no les gusta demasiado, en general, enfrentarse con una obra nueva. El repertorio de siempre les permite tocar con las piernas separadas y mirar la particella solo de vez en cuando. A por la obra trillada, que sabemos de memoria. ¡Fuera novedades! Conclusión: ni mujeres compositoras, ni autores desconocidos.

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Elizabeth Maconchy

SECUESTRADORES
Esta palabra es válida para definir a una gran parte de los directores de orquesta de la actualidad. No todos, naturalmente, ya que siempre hay excepciones. Pero la mayoría van a lo suyo, que es secuestrar e impedir que a nadie se le ocurra entrar en su terreno. Ellos son “el jefe” y los músicos sus vasallos. Es el director quien debe hacer su gloriosa carrera e interpretar todo lo posible el sinfonismo histórico. Lo demás, para otro día. Y la repetición se ha hecho dueña de las salas de concierto. Y los demás, ¿donde están? Los demás no están. La tierra se los ha tragado Y entonces ¿qué?, se preguntaron las mujeres. Pues haremos música de cámara, en la que no hay hombres malos. Y así lo hicieron las compositoras de buen parte del siglo XX, que decidieron escribir obras sin director, es decir música de cámara.

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Doreen Carwithen