El violín en el Barroco Italiano

Jordi Cervelló empieza con este escrito una serie de artículos dedicados al violín en Italia. Así, durante las próximas semanas, analizará tanto violinistas, como compositores y constructores. ¡Feliz lectura!

Prólogo

Mi pasión por los violines viene de lejos. Me refiero a mi pasión por el instrumento, como sonido -lógicamente- y  muy especialmente como creación artesanal y artística. El violín es un objeto sonoro que tiene una larga historia. Y siempre me ha fascinado que su sonido vaya unido a un trabajo excelso, de artesanía pura. Normalmente los violines que suenan mejor tienen una apariencia bella. Bellísima. Unas 60 piezas lo componen pero son sólo las dos tapas (armónica y de fondo), los aros y la voluta los que definen su apariencia. La tapa delantera (llamada armónica) es de abeto, la de fondo es de arce, así como los aros y la cabeza. La tapa armónica es algo más delgada que la de fondo.

Por lo que al interior del instrumento se refiere, hay dos piezas indispensables: la barra armónica y el alma. La barra armónica es una pieza de 280 milimetros de largo y 6 milimetros de ancho colocada en el interior de la tapa, en sentido paralelo a las cuerdas, bajo el pie izquierdo del puente. Ésta refuerza la tapa para sostener el peso de las cuerdas. Tiene una influencia decisiva sobre la sonoridad del instrumento. Por otra parte, el alma, es un pequeño cilindro de abeto, colocado verticalmente con respecto a la caja de resonancia, en la parte opuesta de la barra armónica o cadena, cerca del pie derecho del puente. Este último, que es de haya, junto con el alma constituirà una importancia capital en la sonoridad del instrumento. Por ello, esta relación sólo la puede realizar el liutaio, ya que necesita una mano experta en grado sumo. Son muchos los disparates que se cometen si su colocación no está en manos de un maestro-luthier.

Relaciones acústicas: el abeto produce un sonido más agudo que el arce. Y el arce debe tener un tono más alto que el abeto. Sus dimensiones son:
Largo del cuerpo, 355–357 milímetros
Ancho superior, 165-168 mm.
Ancho inferior, 206-208 mm.
Ancho central, 109 mm.

El barnizado es de gran importancia ya que si no ejerce una directa influencia sobre la acústica del instrumento, sí la ejerce en la “calidad” y naturalmente en la protección. Muchas son las fórmulas de un barniz. Su composición puede ser partiendo del aceite o del alcohol, siendo los primeros de mejor calidad. Es éste el tipo de barniz que utilizaban los violeros de los siglos XVI y XVII. Aparte del aceite, aplicaban goma y colores vegetales. Algunas investigaciones afirmaban que Stradivari aplicaba un extracto de flor de girasol. Pero el barniz de los liutai cremoneses parece que desaparició con ellos. Los grandes violines hechos en Cremona siguen conservando un brillo y una calidad excepcionales.  Y se dice que este barniz era uno de los “secretos” que tenían los artesanos especialistas en muebles taraseados, constituyendo también un gran interrogante.

En conclusión, cuando se tiene entre manos un violín histórico, antes de pasar el arco e ir directamente a su sonido, la inercia nos lleva a contemplarlo. Contemplamos la tapa armónica por ser la principal pero enseguida nos fijamos en la tapa posterior, que es de arce. Y el arce produce un dibujo que ejerce una fuerza pictórica de gran poder. Nos recuerda a veces algunos minerales, como por ejemplo las agatas, tienen unas aguas de una belleza extraordinaria. Los maestros luthiers observan y mucho la tapa armónica, por ser la más delicada y donde suelen haber alguna herida o rajadura que pueden provocar problemas muy graves. El fino abeto es también muy bello de contemplar.

01 violin il-cremonese de Stradivarius

Stradivarius ‘Il Cremonese’