Moscú, centro artístico

A partir del año 1917, Moscú adquirió mayor importancia artística. Se convirtió en el taller de la vanguardia. Lucharon para convertir la gran ciudad en una nueva sociedad artística y plural. Fue como entrar en un nuevo mundo. Se renovó la ciudad, se realizó la plaza de la revolución y el museo dedicado a Lenin se convirtió en el altar sagrado de la revolución. Por otra parte, se derribaron iglesias, las casas de madera e incluso se planeó derribar la Catedral de San Basilio. Así pues, durante gran parte del siglo XX, Moscú seguiría siendo la “ciudad madre”, como ya lo había sido anteriormente.

Fue después de la Revolución de 1905, cuando el gobierno ruso modificaría su política. Con Piotr Stolypin, primer ministro entre 1906 y 1911, se dividió la comuna aldeana y alentó a los campesinos más fuertes para que construyeran granjas privadas y al mismo tiempo a que ayudarán a los más débiles a cultivar la tierra. Además, las nuevas leyes de la propiedad privada, provocó que marcharan a trabajar a las ciudades. Se trataba de la decadencia del campesinado, tan poblado, sobretodo en la Rusia Central. Fueron millones los campesinos que se vieron obligados a abandonar la tierra, en medio de una terrible pobreza. Sin embargo, los más jóvenes veían en la ciudad un camino hacia la independencia y una proyección. Incluso llegaron a despreciar la aldea, por considerarla un mundo paralizante, además de anticuado. Aquello fue la base sobre el que se construyó el bolchevismo. Pero la revolución pronto anularía la nueva situación.

A principios del siglo XX entra en escena Serguei Diaghilev. Fue en 1909 cuando encargaría una obra a Anatole Liadov, a partir del libreto de El pájaro de fuego, para ser interpretado por los Ballets Rusos. Liadov se negó. Diaghilev ofreció entonces el encargo a otros dos compositores, Glazunov y Cherepnin, que tampoco aceptaron. Finalmente, recorreía a un joven compositor ruso: Igor Stravinski, en aquel entonces todavía desconocido.

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Diaghilev y Stravinsky

La atracción de Moscú

Moscú despertaba interés generalizado. Nacía sobretodo de un “nuevo estilo ruso”, en especial por parte de escritores, compositores y artistas en general. Querían hacer revivir la historia de Moscú. Ya se ha comentado el acercamiento inesperado de Mussorsgky hacia esta ciudad. No solo él sinó también otros grandes compositores de San Petersburgo.

También aparecieron obras poéticas sobre temas históricos, así como grandes pinturas de los Surikov, Repin, Vasnetsov y Vrubel, que ensalzaban el gran momento de la historia de Moscú durante el siglo XIX. Viktor Vasnetsov fue el primer artista importante que hizo la transición de la pintura realista a las escenas fanásticas e históricas. Se graduó en San Petersburgo, pero Moscú lo marcó. En una carta a Stasov decía: “Cuando llegué a Moscú, sentí que estaba en mi casa. La primera vez que vi el Kremlin y San Basilio los ojos se me llenaron de lágrimas”.

Boris Godunov era la figura central de debate. En la vida real, Boris era el hijo huérfano de una antigua familia boyarda, que había crecido en la corte de Moscú como pupilo del zar Ivan El Terrible. Es importantísima la aportación pictórica que hizo Repin, que captó la escena en una pintura de un realismo sobrecogedor. Los ojos de Ivan El Terrible producen escalofríos.

Ivan El Terrible i el seu fill (detall)

Otro gran pintor, Vasily Surikov (1848-1916) también se refirió a Moscú en la historia de Los Viejos Creyentes. Así se denominaban los últimos rusos “auténticos”, cuya forma de vida no fue perturbada por la influencia europea. Dos grandes cuadros históricos causaron una enorme impresión: La mañana de la ejecución de los streltsy (1881) y Morozova, la esposa del boyardo (1884). Los impactantes rostros de Morozova fueron tomados de personajes reales que vivían en Moscú. Tolstoi se impresionó con esta pintura, y dijo: “El artista los ha captado de una manera espléndida! ¡Parece que estuvieran vivos! Casi puede oírse lo que susurran”.

La historia estaba viva en las calles de Moscú. Creció y se convirtió en el gran centro de comercio durante la segunda mitad del siglo XIX. La clave del espectacular crecimiento se hallaba en las nuevas líneas de ferrocarriles que convergían en la ciudad. Era el centro geográfico entre el este y el oeste, y entre el sur agrario y las recientes regiones industriales del norte.

Moscú

moscu en el siglo XVIII

Comparada con San Petersburgo, antes de la guerra de 1812, Moscú era otro mundo. Era la ciudad del buen vivir y de un derroche desmesurado. Una especie de dolce vita para la nobleza que la convirtió en la capital gastronómica. Era en aquellos momentos la capital sin Corte. Los banquetes que se celebraban eran desorbitados y difíciles de creer. Se dice que el menú podía estar compuesto por 200 platos distintos en cada comida. Diez clases diferentes de sopa, 24 platos de pastel de carne, 64 platos pequeños con urogallos y cercetas, varias clases de carne asada, 12 ensaladas distintas, 28 tartas surtidas, varios tipos de queso y frutas frescas. Los cocineros eran considerados grandes artistas.

Este tipo de comidas era sin embargo algo nuevo en Moscú ya que en el siglo XVII la comida era austera, como de costumbre. El pan, por ejemplo, era un alimento que no se limitaba a la nutrición. Tenía una importancia religiosa y simbólica. Representaba además un elemento icónico en la cultura popular rusa. Y el vodka…

San Petersburgo y Moscú vivían en oposición. En medio de discusiones ideológicas, entre los occidentalistas y los eslavófilos, por lo que se refiere al destino cultural de Rusia. Los occidentalistas consideraban que San Petersburgo era el modelo de sus ideas europeizantes para Rusia, mientras que los eslavófilos idealizaban Moscú como el centro del antiguo estilo ruso de vida. Sin embargo, la imagen histórica y mítica de Moscú se relacionaba más con el concepto de “personalidad rusa”. El estilo moscovita era más familiar e íntimo que el de la alta burguesía de San Petersburgo. Los palacios de Moscú eran como pequeñas aldeas, muy espaciosos y con grandes patios centrales, con el fin de recibir a muchos invitados. Su interior, sumamente cómodo y pensado más para la comodidad de los dueños que para la gente de fuera. La idea de Moscú como ciudad “rusa” tuvo lugar a partir de la consideración que San Petersburgo era una ciudad foránea.