De Rusia emergieron una gran cantidad de violinistas durante el siglo XX. Pero no se supo hasta que finalizó el régimen estalinista. Poco antes, y con Stalin Rusia, había unos pocos intérpretes que eran los representantes oficiales de cara al extranjero: Emil Gilels, Mstislav Rostropóvich, Leonid Kogan, David Oistrakh, Sviatoslav Richter y poco más. Cuando el país se abrió, fue como una especie de revolución musical. Pianistas, violinistas y violonchelistas surgieron a docenas y de un nivel que dejó perplejo al mundo entero. Entre estos había un buen número de mujeres violinistas, que impresionaron por su virtuosismo, a la vez que por sus cualidades musicales. Eran nombres femeninos que han ido muriendo. Los dichosos medios de comunicación, e incluso diccionarios o revistas especializadas, como el conocido Dictionaire des Interprètes de Alan Paris -que se renueva cada 10 o 15 años y que tiene la pretensión de ser un diccionario riguroso-, las ha eliminado. Una vergüenza. Por suerte nos quedan sus grabaciones, algunas de ellas a partir de conciertos en directo. Un material que lo dice todo y que refleja la actitud antifemenina en pro de los varones. Me duele enormemente y me asquea profundamente. Voy ahora a por cuatro de las violinistas que fueron discípulas de David Oistrakh en el Conservatorio de Moscú: Rosa Fain, Olga Parkhomienko, Nina Beilina y Wanda Wilkomirska.
ROSA FAIN (1929)
Esta violinista nació en Odessa, de donde también era originario David Oistrakh, y el maestro de éste, Piotr Stoliarsky. Su gran pero algo breve carrera concertística fue a partir del año 1957, cuando obtuvo el Gran Premio del Concurso Henry Wieniawski de Poznan (Polonia). Su sonido, así como también el de las otras tres violinistas antes mencionadas, es extraordinariamente bello y aterciopelado. El arco es una de las grandes características. Actúa como un resorte. Aún recuerdo que, cuando Oistrakh vino a Barcelona en los años 50, mi maestra Rosa García Faría me decía que Oistrakh pasaba el arco dando la sensación de que su brazo era de goma. Efectivamente, su elasticidad era total. Y esta técnica, que es la base del sonido, se encuentra igualmente en las cuatro violinistas que he propuesto. Debo decir algo importante. Es sabido que los profesores de música rusos eran gente muy entregada y a la vez excepcionales. Cuenta Rosa Fain en el Jerusalem Post, que siempre le quedó grabada una escena que vivió con su primer maestro, Piotr Stoliarski, con el que empezó a estudiar a los cuatro años. Según cuenta, Stoliarski buscaba niños talentosos por la calle. Niños que no sabían lo que era la música pero que, por su aspecto físico, intuía que podían ser buenos violinistas. Cuando observaba a los niños se dirigía a sus padres diciendo: “Su hijo tiene unas manos
maravillosas. Simplemente deben enseñarle música”.
De Rosa Fain se encuentran algunas grabaciones históricas. Tres de ellas son realmente excepcionales. Por un lado la del Segundo Concierto de violín de Wieniawski, obra con la que obtuvo el Premio Wieniawski. También una bellísima grabación de la Introducción y rondo caprichoso de Saint Saëns, con la Orquesta del Estado de la URSS, dirigida por Kondrashin. Y, finalmente, música de Locatelli para violín solo, pieza que gustaba mucho a su professor David Oistrakh, y que precisamente tocó en Barcelona de bis tras interpretar el Concierto de Beethoven.
OLGA PARKHOMIENKO (1928 –2011)
Otra violinista Laureada en el Concurso Wieniawski. Año 1952. Luego laureada en París y Salzburg. Extravertida y sonido pujante. Tono algo alegre però sentimental. He escogido dos grabaciones: la Sonata nº de Prokofiev que toca con ritmo persuasivo haciendo gala de unos contrastes entre lirismo y “grazioso” y toda ella resuelta con firmeza. Una gran versión. A su lado he puesto una famosa pequeña obra de Fauré: su Berceuse op. 16. Es como una canción de cuna que la violinista la recrea con toda sutilidad.
NINA BEILINA (1937)
Nacida también en Odessa. Gran carrera la de esta violinista. Posee brillo, firmeza y un tono a veces inmaterial. Fue una de las grandes violinistas de la Unión Soviética y también de los Países Escandinavos. Viajó y tocó en casi todo el mundo. Y en 1997 decidió instalarse en los Estados Unidos. Allí tocó conciertos de solista con las principales orquestas: Nueva York, Chicago, Detroit… Tenía en su poder importantes premios, conseguidos en concursos de Paris, Bruselas y el Tchaikowski de Moscú. El New York Times dijo de ella: “Una violinista de gran poder. Sonido poderoso y tan enorme que parece épico. Su afinación es infal·lible”. De sus grabaciones destaco el Concierto en La Mayor de Mozart, con la Rai de Turín. Una gran versión. La pieza para violin y piano Nigun de Bloch, un canto hebreo que interpreta con toda pasión. Y el Capricho nº 2 de Paganini, que toca con una nitidez extraordinària. Una muy importante y personal versión.
WANDA WILKOMIRSKA (1929- 2018)
Esta gran violinista polaca estudió con Irena Dubiska en la Academia de Música de Lodz. Luego en la Academia Franz Liszt de Budapest. Se graduó en 1950. Ganó premios importantes en Ginebra, Budapest y Leipzig. Estudió también en Varsovia con Tadeusz Wronski, que la preparó para el Concurso Henri Wieniawski, en diciembre de 1952, consiguiendo el Segundo Premio ex aequo tocando el Concierto para violín y orquesta nº 1 de Karol Szymanowski. Luego fue galardonada con el Premio Estatal de Polonia. Se convirtió en la solista principal de la Orquesta Filarmónica de Varsovia, y actuó por todo el mundo con el director Witold Rowicki. En 1961 debutaría en los Estados Unidos y luego en Australia. Wanda Wilkomirska daba unos 100 conciertos al año, en las décadas de 1960 y 1970.
En relación a las grabaciones, hay algunas de hermosísimas. Por ejemplo, tres conciertos. El de Mendelssohn, con la NDR Symphony Orchestra, dirigida por H. Schmitd Isserstedt; una versión muy curiosa del Segundo Concierto de Wieniawski, con la Filarmónica de Varsovia, dirigida por Witold Rowicki, y y una tercera con el fantastico Concierto de Szymanowski. Llegados a este punto, quisiera decir algo importante. La interpretación del Concierto de Wieniawski me ha parecido originalísima, infrecuente y bellísima. Algo insólito. Lo digo porqué este Concierto es una obra romántica y básicamente virtuosística. Pues bien, cuando lo empiezas a escuchar te das cuenta que el tempo es más bien lento e incluso tranquilo. Lo toca con cierta parsimonia. Pero el resultado final es de una belleza insólita. Muy particular.