Mili Balakirev (1837-1910), compositor autodidacta y figura muy destacada de la segunda mitad del siglo XIX, fue el fundador del Grupo de los Cinco, en San Petersburgo, junto a Cesar Cui, Mussorsgky, Borodin y Rimski-Kórsakov. El grupo lo impulsó una persona extraordinaria: Vladimir Stasov (1824-1906), crítico y académico de gran prestigio, a quien Mussorsgky dedicó los Cuadros de una exposición.
Stasov entró en escena como defensor de la escuela nacional de todas las artes rusas y tuvo un papel crucial en la evolución musical de la segunda mitad del siglo XIX, el gran siglo de la música rusa. Stasov luchaba para que el arte ruso se liberara del dominio europeo. Quería que se inspirara en elementos propios de sus tradiciones. Un arte “nacional”. Stasov y Mussorsgky se conocieron en 1857, cuando el crítico encabezó la revuelta del círculo de Balakirev contra el Conservatorio de San Petersburgo, que estaba dominada por la música alemana de autores como Bach, Haydn, Mozart y Beethoven. En aquellos momentos, el Conservatorio estaba dirigido por Anton Rubinstein, que seguía la educación musical con criterios alemanes. Y Rubinstein estalló cuando vio que el Grupo de los Cinco consiguió el apoyo de la Corte que a él, como director del Conservatorio, se le había denegado. Además, había despreciado la falta de profesionalidad de Glinka, a quien llamaba diletante. En 1862 se fundó la Escuela de Música Libre, como rival directa del Conservatorio. Tenía un objetivo principal: cultivar el talento autóctono. La Escuela se convertiría en el centro conocido como Los cinco poderosos, la kuchka, que defendía el estilo musical ruso. En aquellos inicios, los cinco compositores eran jóvenes: Balakirev tenía 25 años; Cui, 27; Mussorsgky, 23; Borodin, 28; y Rimsky-Kórsakov, apenas 18.

Vladimir Stasov, retrat d’Ilya Repin
HACIA UN ESTILO PROPIO
La búsqueda del Grupo de los Cinco hacia un estilo propio se basaba en dos características: incorporar a su música lo que escuchaban en las canciones aldeanas, las danzas cosacas y caucasianas, y en los cánticos de las iglesias, pero con una singularidad: el repique de las campanas de las iglesias. Las campanas rusas poseen un sonido muy particular, con una técnica que permite establecer un contrapunto resonante y disonante. A Mussorsgky, Borodin y a Rimsky-Kórsakov les gustaba mucho el ambiente que producían las campanas, y así las incluyeron en sus obras. Borodin, por ejemplo, en El príncipe Ígor. Era la música llamada kuchkista, llena de sonidos tomados de la vida real y que Glinka llamó “el alma de la música rusa”. Balakirev aportó mucho con el estudio de canciones folclóricas de la región del Volga, durante la década de 1860.
ASPECTOS TÉCNICOS
Algunas características de la música de los kuchkistas son:
-Incorporar la escala de tonos enteros: do, re, mi, fa sostenido, sol sostenido, la sostenido y do. Glinka fue uno de los primeros en utilizarla.
-La escala octatónica, que consistía en un tono entero, seguido de un semitono (do, re, mi bemol, fa, sol bemol, la bemol, si doble bemol, do doble bemol), usada por vez primera por Rimsky-Kórsakov, en la Suite sinfónica “Sadko” (1867). Esta escala fue seguida por muchos compositores rusos, y en especial por Stravinsky, en sus tres grandes ballets (El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la primavera).
-Utilización de cuartas y quintas paralelas, procedimiento utilizado también por compositores occidentales e impresionistas, o la heterofonía, que divide una melodía en varias voces disonantes cada una con su propia variación.
Esta sensible y variada organización ya tiene lugar en los Cuadros de una exposición, que sale de las reglas europeas y se expresa con un definido estilo ruso. Es de hecho una Suite que indica mayor libertad también por lo que a la forma se refiere. Mussorsgky nos recrea con distintos movimientos que comienzan con el bellísimo Paseo, movimiento de inspiración folklórica que se irá intercalando y que Mussorsgky escribe “in mode russico”.
También en Sheherezada, de Rimski-Kórsakov, ya que se trata posiblemente de la obra orquestal rusa més célebre de todos los tiempos. Fue escrita en 1888 y está inspirada en distintos episodios de Las mil y una noches. Dividida en cuatro movimientos, atrae ya desde el principio con su clima envolvente, “orientalizado” y unos temas pegadizos y originales. Toda ella se escucha con un placer enorme. Y es necesario decir que esta obra – incluso hoy en día – forma parte del programa de estudios de la mayoría de conservatorios de Rusia, como modelo de orquestación y desarrollo. Hay que recordar que Rimski-Kórsakov escribió un excelente tratado de orquestación que sigue vigente.